El Albacete vuelve a encomendarse al Carlos Belmonte, algo que ya ha hecho en diversas ocasiones. Sus principales traspiés han sido cuando ha jugado como visitante y luego ha tenido que recomponerse en casa, con la fiabilidad que le hace ser el mejor local de toda la categoría.
Y es que la situación está tan apretada que no ganar significaría perder el liderato en el grupo II, toda vez que el Andorra ganó el viernes al Castilla y ya tiene 58 puntos, por los 56 de los manchegos.
El principal problema para los de Rubén de la Barrera es su propia incosistencia, pues se está acostumbrando a mostrar dos caras durante los partidos que, en algunas ocasiones, le está costando caro. En las primeras partes suele apabullar a su rival, empequeñecerlo y dominarlo con una autoridad fuera de todas dudas. Pero en la segunda mitad se duerme en los laureles, se desorienta y le deja a su rival la opción de darle un disgusto, como pasó en Sabadell o en partidos en los que se han dejado escapar puntos que al final pueden ser importantes cuando se tenían prácticamente en el zurrón, como pasó ante el propio Sabadell en el partido de la primera vuelta o en San Fernando.
Lo que está claro es que el Carlos Belmonte pesa mucho en esta categoría, tanto por el ambiente, aunque la afición no se haya terminado de enganchar a pesar de estar en lo más alto de la tabla, como por las condiciones del campo, perfectas para desarrollar el fútbol de toque que propone De la Barrera y que tan bien interpreta el equipo en muchos momentos del partido.
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