La Feria Taurina, como el resto de la fiesta de la capital, encara su recta final, por lo que pronto será tiempo de balances. Desde el año 1992, con distintas funciones, cubro información taurina, con la salvedad de 2020, privados de toros y de tantas cosas por la pandemia, y la sensación que vivo este año no la tuve antes y eso que hablo de casi 30.
La crítica, en este caso taurina, es conjugar la información con la opinión, es decir, reflejar lo que ha sucedido en un festejo y contar cómo lo ha visto quien escribe. El resultado del festejo es información, porque si un torero corta dos orejas hay que reflejar que tuvo ese doble premio, pero cómo lo consiguió sí es opinable y para unos será más justo y para otros más injusto, entrando ahí el apartado de la opinión. Y esas apreciaciones no son encajadas de la misma forma por todos, pero les aseguro que, en mi caso, intento hacerlas con respeto, sin creer que estoy en posesión de la verdad absoluta y lo más ajustadas a la realidad, porque a mí me aguarda el juicio de los lectores del periódico en el que llevo más de media vida.
Vivir en un ambiente taurino en el que algunos aplican el estás conmigo o estás en mi contra no me gusta, porque entre el blanco y el negro siempre existió el gris. Lo único que intento, junto a mi compañero y amigo Pedro Belmonte, es hacer el mejor suplemento taurino posible en Feria para mis lectores. Lo demás me cansa y cada vez me cuesta más pertenecer y defender un espectáculo que, no olvidemos, para el 90% de la población mundial es una barbarie y un maltrato animal.