La larga lucha del abuelo coraje

Antonio Torres del Cerro (EFE)
-

200 niños galos hijos de padres que se alistaron al Estado Islámico esperan ser repatriados, aunque el Gobierno está alargando su regreso

La larga lucha del abuelo coraje

M. López muestra la foto de sus cuatro nietos, hijos de un matrimonio francés que se unió al Estado Islámico (EI) en 2015. Los pequeños están encerrados en el campo de Roj, en el noreste de Siria, pero el Gobierno de París posterga su repatriación. Junto a ellos, hay otros 200 niños galos en la fila de espera. «Hace tres años y medio que están en el campo, con su madre. Tienen tres, cinco, siete y 11 años. A comienzos de 2019 había un plan para repatriarlos, pero Emmanuel Macron lo paralizó en el último momento», relata López.

Francia, traumatizada por los atentados yihadistas de 2015 y 2016, es uno de los países de la UE más reticentes a llevar de vuelta a sus ciudadanos de los campos de detención sirios. Desde 2019, han sido apenas 35 y en 2021, solo siete. La mayoría de naciones europeas han repatriado a los niños y sus madres a un ritmo muy superior.

Según reconoce la comunidad internacional, los pequeños son víctimas colaterales del Estado Islámico. Ellos no eligieron dejar su domicilio, su escuela y su familia para militar en el EI en Siria e Irak, ni tampoco ser repartidos en campamentos de retención cuando cayó el califato entre 2016 y 2017.

El nieto mayor de López abandonó Francia junto a sus padres y su hermano de un año cuando tenía cinco, en julio de 2015, bajo el pretexto de unas vacaciones en Italia. Nunca más regresaron. Desde aquel verano hasta 2019, el hijo de M. -actualmente en prisión y convertido al islam hace casi 20 años- y su nuera tuvieron dos niños más, uno todavía con el EI al mando y otro en el campo de Roj.

«Mi nieto mayor fue entrevistado hace un año por una tele francesa que logró entrar allí y dijo que quería volver con sus abuelos a Francia», rememora con una mezcla de entereza y emoción. El cuarto que el pequeño tenía en el apartamento de sus abuelos está tal cual lo dejó hace más de seis años, con las estanterías repletas de libros, los mismos pósters.

Caso por caso

¿Por qué Francia no repatría a unos menores que malviven confinados en un campo a temperaturas negativas en invierno y a 40 grados en verano y sin escolarización? «Nos han dicho que analizan caso a caso respetando el interés superior del niño, algo sorprendente teniendo en cuenta que dejarlos en un campo de detención no es ningún interés superior», ironiza.

López, de 68 años y de origen español, es, además, miembro de la asociación Familia Unida, que representa a más de un centenar de familias francesas con su misma problemática. «Las relaciones con el Gobierno francés son escasas», lamenta el hombre, herido por «las respuestas frías y estandarizadas» del Quai d'Orsay (sede de Exteriores) y del Palacio del Elíseo.

Fuentes gubernamentales confirman que se seguirá examinando «caso por caso», dando preferencia a los menores aislados, los huérfanos o los pequeños cuyas progenitoras aceptan una separación.

París excluye, de momento, juzgar en Francia a las madres -la mayoría de padres ya están en prisiones en Irak o Siria-, dejándolas en una especie de limbo legal, pues no hay otro país dispuesto a hacerlo ni una corte internacional competente para ello. «Cuanto más tiempo pasa, más ganas de gritar», resume López. 

Doble pena

La abogada Marie Dosé, que representa a decenas de familias rotas por el EI, es la punta de lanza judicial de estos «abuelos coraje». «Los niños de Roj sufren una doble pena: son víctimas de la elección de sus padres y del abandono que han sufrido de su país, Francia. Dejar a su suerte a estos inocentes es la decisión más irresponsable e inhumana de los cinco años» del Gobierno de Macron, denuncia. La letrada acusa al Ejecutivo francés de saltarse todas las convenciones internacionales de protección a la infancia. Agotados los recursos judiciales en el país, la Corte Europea de Derechos Humanos será el próximo paso. 

El psiquiatra infantil Serge Hefez desmonta el prejuicio de que esos niños atrapados en Siria -la mayoría menores de 12 años- ya están radicalizados y podrían ser terroristas en potencia. El especialista ha seguido a varios de la treintena de pequeños que regresaron de Roj y lo desmiente categóricamente: «Puedo decir que ha ido bien. Están con sus abuelos, adaptados y nadie sabe sus historias»,.

Para López, abandonarlos en Siria tendrá un efecto perverso. «Esos niños ya viven con un miedo permanente y son diariamente humillados. Si se quedan allí (en los campos) tienen el riesgo de ser captados por grupos terroristas», avisa.