Independencia a través de los ojos de un perro guía

Josechu Guillamón
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En la ciudad, cuatro invidentes viven con autonomía gracias al trabajo de canes lazarillo, que les permiten desenvolverse como un ciudadano más, sin depender del bastón ni de otra persona que les ayude

Consuelo García Serrano cruza la calle junto a su perro guía, Glass. - Foto: Rubén Serrallé

El pasado 27 de abril, se celebró el Día Internacional del Perro Guía, una fecha que para la mayor parte de la sociedad pasa desapercibida, pero que los propietarios de estos canes no olvidan.

En Albacete actualmente hay cuatro personas ciegas que cuentan con perro guía, Consuelo García Serrano es una de ellas y reconoce que «el pasar del bastón al perro lazarillo me cambió la vida al 100%. Para un ciego el perro guía se merece un monumento».

En este sentido, afirma que tener «un perro guía es algo que te da mucha estabilidad, te sientes protegida, te da independencia porque no tienes que estar pendiente de otras personas para que te lleven del brazo o ir con el bastón y eso es algo que solamente los usuarios podemos saber, porque no se puede explicar con palabras, hay que vivirlo». 

El inicio. Aunque Consuelo está encantada con su perra Glass y anteriormente tuvo otros dos canes lazarillo, Vinci y Coul, todos ellos labradores, reconoce que los inicios no fueron fáciles.

Con Vinci hizo el adiestramiento en Boadilla del Monte (Madrid) y con Coul lo realizó en Rochester (EEUU) porque «no había perros suficientes en España, porque hay muchas solicitudes, porque son perros muy seleccionados y no todos dan la talla para poder ser perro lazarillo». 

De hecho, la demanda es tan grande, que un ciego puede tardar tres años en recibir un perro guía.

El adiestramiento dura unos 15 días, cuando no se ha tenido nunca un perro lazarillo y un poco menos si ya se ha tenido alguno. «El adiestramiento la primera vez es muy difícil porque te quedas sólo con el perro, aunque los instructores están por ahí, pero para ti estás solo porque ellos no van contigo y tienes que fiarte del perro, de por dónde te lleva. 

Además los instructores les ponen trampas para ver como se comportan el perro y su futuro compañero. «Cuando hacemos el curso nos ponen pruebas, como que pasa otro perro o que una persona le tira algo, como un trozo de pan, para ver si el animal se va a cogerlo y a nosotros nos prueban para ver si controlamos, para que eso no lo hagan». 

Y es que como explica Consuelo, «a los perros guía nadie les puede dar de comer, ni acariciarles cuando trabajan con el usuario».

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