Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


¡Payaso!

05/04/2022

El viernes, un jugador maleducado del Gerona CF, el tal Samu Saiz, le tiró la camiseta a su entrenador, Michel, enfadado por el cambio y al grito de «eres un payaso». Le hace eso a Camacho o al paisano Bernabéu y el tal Samu queda para coser balones el resto de su vida. No hace mucho en el malhablado Congreso de Diputados, antes sede de la mejor oratoria política, un diputado insultó a otro llamándole «payaso». Y qué decir de esa moda actual en decir que dan miedo los payasos. Venga, hombre. Los niños de mi generación amábamos a los payasos. Merendábamos con los inolvidables Gaby, Fofo, Miliki, Fofito y aquel Milikito, hoy Emilio Aragón hijo, por cierto, un artista total. No había cumpleaños en que no cantáramos aquel Feliz en tu día. Mi padre, de quien heredé la afición circense, me hablaba de los míticos clowns Ramper, Pompoff, Thedy, Zampabollos y Nabucodonorsito y sus actuaciones a lleno diario en el viejo Price de Madrid. España fue factoría mundial de los mejores payasos, aparte de los citados, ahí están los Charlie Rivel, Eduardini, Popey, Juanito Moreno, Los Rivels, Goty, Emy, Cañamón, Rudy-LLata, Fany, Kino y Pepín León, Arturo Castilla o los célebres hermanos Tonetti, quienes pasearon su arte con el circo Atlas. Aquel esplendor pasado cuelga hoy en forma de diferentes retratos en el entrañable Club de Payasos de Madrid, cuya sede en la madrileña calle de la Magdalena, un día Antonio Álvarez me enseñó. Fondos que Albacete pudo albergar en ese Museo Nacional Artes Circenses del Banco de España que los malos políticos truncaron. Cuando era niño y mi padre me sentaba en la silla de pista de aquellos monumentales circos de lona que visitaban Albacete, esperaba el número de los payasos. Con aquellos carablancas, augustos, contraugustos, caricatos, todos excelentes músicos. El payaso encarna la ternura, la inocencia, lo mejor de la infancia. Cuando conozco a un niño le robo una sonrisa, presentándome como ese viejo payaso, ya retirado de las pistas de los circos de España, y ellos, los niños, siempre, me regalan una sonrisa. Por favor, dejen en paz al payaso. Es Dios con la cara pintada de blanco y un postizo rojo en la punta de la nariz.