Con tiempo para tomarse un respiro y analizar sus últimos proyectos, Mario Casas valora y reconoce que una de las principales razones por las que aceptó el papel en la película Hogar fue «trabajar con Javier Gutiérrez: «Todo lo que toca se convierte en oro», afirma.
La carrera de Mario Casas es un no parar de rodajes, actos promocionales, entrevistas, sesiones fotográficas, estrenos... Una frenética vida que estos días, como le ocurre a la mayoría de los españoles, ha sufrido un inesperado parón: «Es un momento para mirar un poco las cosas con distancia».
El último proyecto que ha llevado a cabo es la cinta Hogar, una de las pocas producciones que se acaba de estrenar gracias a Netflix, con quien Casas ha firmado otros dos proyectos: la película El practicante y la serie El inocente.
Ambos, junto al filme No matarás (Movistar+), también pendiente de estreno, han convertido el año del actor en uno de los más prolíficos de su carrera: «Este año la verdad es que estoy muy bien y muy contento. He hecho buenos proyectos y cosas distintas que, al final, eso es lo que a mi me llena».
Centrando la conversación en Hogar, una película de los hermanos David y Álex Pastor (Los últimos días) que hace una excelente radiografía de la sociedad y, sobre todo, de la cruda realidad del fracaso, Casas asegura llevarse de este «thriller psicológico puro» dos enseñanzas: trabajar con Javier Gutiérrez y conocer la realidad de las vidas tocadas por el alcoholismo.
Al joven no le importó que su personaje, Tomás, un exalcohólico que ahora vive una aparente vida de éxito y felicidad, no fuera el papel protagonista dado que su interés estaba puesto en contar esa historia que los productores de Nostromo, con los que ya trabajó en Palmeras en la nieve y Contratiempo, le ponían en bandeja.
«Al leer el guion me gustó mucho, era un tipo de peli que me interesaba. Además, es un género que me llama mucho», apunta Casas, quien, hablando de intereses y gustos de manera distendida, reconoce tener auténtica pasión por el universo Peaky Blinders.
En relación a Javier Gutiérrez, cuya mera presencia en las lecturas de guion le generaba cierto respeto y nerviosismo, el actor coruñés se deshace en halagos hacia su compañero de reparto, con el que nunca antes había trabajado:
«Para mí es un referente. Trabajar con él y vivir esta experiencia sabía que me iba a enseñar mucho. Creo que los actores jóvenes debemos aprender de los que llevan toda la vida. Es un tío excepcional y me ha hecho el trabajo muy cómodo».
Casas alaba también la labor de los hermanos Pastor. «Me he encontrado a dos personas que realmente tenían muchas ganas de trabajar». Y reconoce que uno de los retos más grandes en Hogar fue tratar con respeto el tema del alcohol.
A fondo
De ahí que, como cuenta, se preparara el papel con esmero a través, por un lado, de conversaciones con psiquiatras y, por otro, del contacto directo y la convivencia con una persona que llevaba cerca de 20 años sin beber.
«Hice una terapia con el psiquiatra que me ayudó bastante y, sobre todo, para rodar secuencias de las sesiones de exalcohólicos. Me parecía importante tratar con mucho respeto este tema y construir algo con lo que la gente que lo ha sufrido pueda sentirse identificado».
Como cierre a su experiencia, Casas cuenta que decidió coger algo de peso con la intención de ofrecer esa imagen de «padre de familia, un poco dejado», en cuya vida, a pesar de lo que digan las apariencias, no es oro todo lo que reluce.