El valor de la excelencia empresarial

Carlos Cuesta (SPC)
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El gran reto de las compañías no solo es lograr los mayores beneficios, sino ser los referentes de su sector por el valor añadido que aportan a la sociedad y por acercarse al concepto que representa la calidad total

El valor de la excelencia empresarial

Para la mayoría de las empresas la principal preocupación de su quehacer diario está en mantener un funcionamiento estable de su compañía y que los números verdes prevalezcan sobre los rojos con una facturación consolidada que haga frente a los costes, que la plantilla tenga seguridad, que los pedidos se atiendan con solvencia y  que los clientes y proveedores tengan una buena valoración de su producto final.  

En este contexto, existe un nivel superior donde los pormenores y la subsistencia de la compañía está muy superada. Para muchos emprendedores es una utopía que está relacionada con el concepto de  la calidad total. Es una realidad que está por encima de los beneficios y en la que los industriales buscan la excelencia en los mercados que operan. Se trata de compañías referentes en sus sectores, incluso, a nivel internacional cuyo plan estratégico tiene una dimensión más social que económica.

Son modelos de industrias con estructuras de muchísima experiencia que organizan y gestionan sus recursos humanos y técnicos con una eficiencia altísima con el fin de ofrecer un servicio final intachable logrando los resultados integrales que se habían planificado. No es un camino fácil ni barato al que llegan muy pocas empresas. Organizar y dirigir todas las áreas hacia la excelencia  requiere de un modelo de evaluación constante, de auditorías que muy pocos empresarios se pueden permitir o tienen los medios suficientes.

El sistema requiere adoptar estrategias y acciones de mejora constantes que aseguren y garanticen una mayor eficacia de la organización en todos sus aspectos productivos para generar valor. Nada es casualidad. Así, tener el mejor producto, el mejor marketing, los profesionales más competentes y cualificados o los mercados más exigentes es obra de un trabajo planificado y muy bien hecho desde hace muchos años, de haberse ganado la confianza de sus clientes y de sus inversores. 

Los auditores especializados señalan que la excelencia empresarial no se improvisa, sino que se organiza desde un modelo contrastado y reconocido como, por ejemplo, el Modelo Europeo de Gestión de Calidad Total (EFQM).

La filosofía de esta práctica consiste en lograr resultados del más alto estándar, tanto a nivel interno en la propia corporación, como con sus clientes, sus trabajadores y con la sociedad. Para ello, se requiere un liderazgo que da el reconocimiento de ser los mejores, los más meticulosos en todas las fases de la producción, incluso, en la gestión de alianzas para garantizar el crecimiento deseado y permanecer en los baremos más cualificados y reconocidos.

Muchos empresarios lo intentan desde lo que se denomina el efecto espejo, en el que tratan de analizar e imitar a las compañías que ya han triunfado y que son el auténtico referente de su sector. Sin embargo, el problema está en la aplicación y la puesta práctica del concepto de excelencia empresarial. 

Habitualmente, las organizaciones se encuentran absorbidas por las circunstancias diarias, sin tiempo para reaccionar o estudiar el mercado y organizarse mediante las técnicas que los especialistas en organización industrial trabajan con las grandes corporaciones y, en especial, con las multinacionales, que son quienes las más conscientes de la necesidad de contar con las metodologías que optimicen cada segmento de la cadena productiva, sin obviar ningún detalle y con la idea de aportar valor añadido en cada una de sus acciones corporativas.

Una de las estrategias que más están trabajando este modelo de empresas es la eliminación de todas las actividades que en el funcionamiento habitual de una industria carecen de valor para reducir los tiempos y, sobre todo, los costes. Son capaces de mejorar la productividad en un 20% y la competitividad de su negocio en un 45% o más, y sin necesidad de hacer grandes inversiones. Se basan en principios como la mejora continua, evitar la sobreproducción, minimizar los derroches, la detección temprana y solución de problemas, mantenimiento, cálculo de costes y la flexibilidad en la producción. En definitiva, se busca producir la cantidad correcta, en el tiempo y lugar establecido y con un marchamo de calidad tan depurado que permita ser altamente competitivos en cualquier parte del mundo donde llegan sus servicios.

Son modelos enfocados a resultados que añadan valor y en los que el incremento de la productividad y la reducción de los costes son los fines fundamentales para mejorar los beneficios, sin quemar a los empleados con tareas farragosas y actividades sin definir, sino a partir de diseños organizativos y un plan estratégico a corto, medio y largo plazo en que se marcan objetivos muy concretos de cumplimiento.

Con respecto a los empleados, la idea principal de la excelencia empresarial es contribuir a que cada trabajador sea parte del cambio, que sienta la empresa como un lugar de autorrealización,  con un plan de carrera sin límites, haciendo uso de los recursos humanos de una manera eficiente, con incentivos y propiciando la comunicación interna de forma estratégica.

 

Habilidades. La excelencia empresarial exige nuevos conocimientos y habilidades, así como, personas que hayan ocupado responsabilidades en puestos de gerencia y alta dirección, con una mente abierta a nuevas formas de pensar y relacionarse, capaces de anticiparse a las adversidades del mercado con fórmulas que no están al alcance de sus competidores.

De esta forma, las organizaciones que tengan un mayor control operativo serán las más propensas a conseguir los retos marcados y también las más eficientes y de mayor rentabilidad, lo que les asegure la expansión de sus estructuras empresariales tanto a nivel nacional como internacional.

El punto de partida es querer implantar un modelo de gestión orientado a ofrecer el mejor resultado para implicar en la mayor medida posible a las personas que trabajan en este tipo de industrias, pensando en mejorar  la sociedad que es quien debe beneficiarse de estas estructuras que, además de metas de rentabilidad, defienden valores de responsabilidad social corporativa que favorezca la ecología, el medio ambiente y, en especial, los procesos éticos.

Para ello, y a pesar de que el camino es largo, existen importantes herramientas en un contexto industrial actual donde la tecnología es clave y que introduce procesos como la transformación digital y el big data.