Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Vivir ya siempre en guerra

30/04/2022

Vivir ya siempre en guerra. La historia ha terminado -escribió Fukuyama; lo hizo tras la caída del muro y el arrumbe de la Unión Soviética; la democracia liberal ha ganado el pulso-. Al funcionario y profesor le acompañará su desafortunado comentario hasta la tumba y cada día que pasa de guerra -pues nuestra generación ya vivirá por siempre en guerra- su fallido pronóstico será su doliente gota malaya. En realidad Fukuyama acogió el razonamiento de Hegel -que proclamó en1806 que la historia había llegado a su fin tras la derrota de la monarquía prusiana por Napoleón en la batalla de Jena, el triunfo de los ideales de la Revolución Francesa y la inminente universalización del Estado que incorporaba los principios de libertad e igualdad. Hegel quedó deslumbrado al contemplar a Bonaparte a caballo y debió soportar su desatinado juicio sobreviviendo en periodicuchos al tiempo que miraba con horror el Imperio. Yo pensé lo mismo que Francis Fukuyama (luego retocaría su artículo (El fin de la historia «y el último hombre») y creí que el liberalismo terminaría por abrirse paso de un modo triunfante-. Dejábamos atrás los años de la guerra fría -pero quizá la falla de Fukuyama radicaba en el nacionalismo, «que sólo trae guerra y más guerra», tal que así lo dijo Mitterrand; los nacionalismos provocaron la guerra yugoslava y se están agitando ya al terrible abrigo de la invasión rusa a Ucrania-. Hemos vuelto -y aquí Occidente no tiene culpa alguna; excepto que manejemos el raro significado que le da la señora Belarra; o la categórica consigna del PCE- a la inexcusable defensa de nuestra democracia liberal, el fortalecimiento de la Alianza Atlántica (que es un pacto defensivo y no ofensivo) y el anudar de firme el vínculo con Estados Unidos. Lo terrible de la situación presente es vivir ya en guerra perpetua (Ucrania no es sólo la paz y la reconstrucción; las reparaciones y el hacer justicia condenando al criminal de guerra) y haber dejado obsoleto al funcionario norteamericano, tal y como quedó Hegel en su tiempo. En realidad la democracia liberal es la excepción a un mundo inhabitable. Luchar es una obligación y un deber de supervivencia. La Ucrania de madame Hanska es hoy el altísimo ejemplo.