Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


Cultura

29/07/2022

Al igual que les ocurrirá a otros muchos contribuyentes (supongo) el bono cultural de 400 euros me produce sentimientos encontrados. Por un lado, me parece una medida muy estimulante lo de atraer a los jóvenes a la cultura por el procedimiento de ayudarles a costeársela. Por otro, me cuestiono la oportunidad de la campaña en esta época de crisis al cuadrado en la que nos avisan de la conveniencia de taladrarnos nuevos agujeros en el cinturón. No faltan quienes denuncian la medida como demagógica, un modo un tanto burdo de atraerse a los nuevos votantes por el procedimiento de invitarlos al cine, como el muchacho que invita a la chica a cenar con la esperanza de ligársela. Los jóvenes de la quinta del 2004, sin embargo, no podrán gastar sus 400 euros en cenas ni comidas, ni en espectáculos taurinos ni en cerámica. Lo de la comida no me sorprende, pues para que la gastronomía sea considerada cultura debe ser de autor, y los jóvenes se apañan con las hamburguesas y las pizzas. Lo de los espectáculos taurinos lo comprendo en la medida en que la tortura y la muerte solo se podrían considerar cultura en un sentido antropológico, es decir, aplicadas a Atapuerca o a los espectáculos de gladiadores. En cuanto a la cerámica, confieso que me tiene confundido, pues no creo que sea lo mismo adquirir una pieza fina y artística que un botijo de esos con un cipote tieso y la cabeza de un guardia civil. Por lo demás, creo que a los jóvenes se les están poniendo demasiadas condiciones para disfrutar del dinero. La obligación de tener un certificado digital o de estar registrados en el sistema Cl@ve ya es bastante disuasoria. Luego está lo de no poder gastar todo el dinero en conciertos de Rosalía ni de C. Tangana, aunque siempre podrían usar el bono para comprar unos cuantos libros y luego revenderlos por Wallapop. Y no es por dar ideas.