«Soy una enamorada de mi profesión y adoro el Museo»

A. Díaz
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«Me fui a hacer la gran obra del siglo XX del Museo Arqueológico Nacional»

Rubí Sanz Gamo - Foto: Arturo Pérez

Rubí Sanz Gamo, conservadora de museos, arqueóloga, doctora en Historia,  miembro del Instituto Arqueológico Alemán, la Real Academia de la Historia y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, directora del Museo Arqueológico Nacional y del Museo de Albacete, acaba de jubilarse. Repasó con La Tribuna de Albacete estos años dedicada al servicio público, también brevemente en política, con grandes logros, como las obras en el Arqueológico Nacional o en el Museo de Albacete. Seguirá dedicándose a la investigación y publicando libros y trabajos en revistas científicas.

¿Cuándo se interesó por este mundo de la arqueología?

Siempre me gustó e interesó mucho la historia y, cuando hice Bachiller, en el Instituto número uno, tenía un profesor de Historia del Arte, Conesa, que me metió el gusanillo del arte dentro del cuerpo. Cuando acabé el Bachiller, me matriculé de Historia del Arte en la Complutense, pero enseguida empecé a ir a excavaciones. La primera en 1972, en Itálica, en Sevilla, con gente a la que quiero mucho, porque allí hice amigos de por vida, especialmente dos, Lorenzo Abad, catedrático en la Universidad de Alicante, y Manolo Bendala, en la Autónoma de Madrid. Enseguida me incorporé a las excavaciones de Samuel de los Santos en Balazote, que eran muy peculiares, porque se hacían con Campos Internacionales de Trabajo. Ahí empezó mi gran amistad con Llanos Jiménez Ortuño que es la presidenta de la Asociación de Amigos del Museo de Albacete. Acabé la carrera, hice los cursos de Doctorado en Madrid, y al año siguiente, septiembre de 1975, entré en el Museo de Albacete para hacer prácticas. Era tutora en la UNED, estuve en la secretaría del Instituto de Estudios Albacetenses, porque en 1976, un grupo de personas fuimos los fundadores del Instituto, que nos unimos en torno a Paco Fuster y la revista Albasit.

¿Después se hizo cargo de las tareas de dirección?

Bueno, en 1983, desgraciadamente, Samuel de los Santos murió, era muy joven, tenía 58 años, pero como había estado enfermo previamente, yo iba a Madrid y en el Ministerio de Cultura me conocían. Cuando murió, me llamaron y me dijeron que me iban a nombrar directora en funciones, pero sin sueldo; mi primer sueldo lo cobré en 1985. Tuve un contrato previo de un año de la Junta de Comunidades, porque ya estaban hechas las transferencias, y aprobé la oposición, como funcionara del Estado, y me transfirieron a Castilla-La Mancha. 

 ¿Qué recuerda de esos comienzos?, ¿mereció la pena encauzar su carrera profesional en esas labores?

Absolutamente, soy una enamorada de mi profesión y adoro el Museo de Albacete. Fueron unos comienzos muy bonitos, porque en 1984 se hicieron las transferencias y había un equipo en la Consejería que, a los que éramos directores de museo, aunque yo lo era en funciones, nos transmitieron mucho apoyo y entusiasmo y fue una época magnífica de contribuir en la construcción de la región, porque estaba todo por hacer, desde el agujerito que nos correspondía a la gente que trabajábamos en museos. Fue un tiempo muy especial, además el del Cultural Albacete, que trajo muchas exposiciones de primera fila al Museo de Albacete, con obras del Prado o la de Antonio López. Hubo otros años muy fructíferos cuando se incorporó la Fundación la Caixa. Había una serie de instituciones, además de Cultural, que apoyaban muchísimo, como Caja Castilla-La Mancha. Nosotros teníamos un continente maravilloso y ellos los recursos, era un maridaje estupendo para ofrecer a la gente de Albacete lo más puntero que se estaba haciendo en España.

Y  vino una etapa en política...

Llanos Jiménez, pionera en los Departamentos Didácticos, ideó una exposición muy bonita, itinerante, sobre los íberos y tuvimos mucho apoyo del Centro de Profesores que entonces dirigía Manuel Pérez Castell. Cuando se presentó como alcalde, me llamó y me preguntó si quería ir con él como concejala y, como soy una mujer que, a veces piensa poco las cosas, me lancé, le dije que sí. Estuve muy poco tiempo como concejala, eso fue en 1999, y enseguida di el salto a la Consejería de Cultura. Me sumergí de lleno en la gestión política, aprendí muchísimo y bueno, fue un tiempo del que no me arrepiento. Siempre digo que no llegué al parto, a los nueve meses, me cesaron antes, pero de ahí también me han quedado muy buenos amigos y esa es la maleta con la que me vine, aprendizaje, experiencia y amistades. Los malos ratos, se quedan al margen, porque en la vida hay que dar pasos adelante.

Aunque estaba muy bien en Albacete, le ofrecieron el premio gordo. ¿Cómo fue esa oferta para dirigir el Museo Arqueológico Nacional?

Jamás lo habría pensado. Fue a través de un amigo arqueólogo, Julián Martínez García. Carmen Calvo, a la que ya conocía porque fue consejera en Andalucía, cuando yo era en Castilla-La Mancha, me dijo que había que reformar el Museo Arqueológico Nacional y ver cómo se podía prestar la Dama de Elche. Me preguntó si yo me atrevía y dije que sí, eso fue en el 2004. Estuve dos meses a caballo entre Madrid y Albacete, había que organizar. Total, que me fui a hacer la gran obra del siglo XX del Museo Arqueológico Nacional.

Una obra de gran envergadura.

Claro, lo que pasa es que yo no lo inauguré, la política es así, pero fueron años de un trabajo intensísimo. Se sacó el proyecto básico, el definitivo, el museográfico y trabajé, codo con codo, con la gente del Arqueológico, con una relación muy estrecha con todo el mundo, más de 300 personas. El museo, en parte lo trasladamos, lo sacamos fuera, un museo con millón y medio de piezas y con miles de cajas. 

¿Decidió en un momento volver a su casa?

No. Me cesó una directora general. Lo digo ya tranquilamente. Cuando estábamos proyectando el Museográfico, esta señora nos metió a un amigo dentro del proyecto, y esta señora, a la vez, se iba a presentar al proyecto. Eso se llama prevaricación, sobre todo cuando sale un proyecto por 46 millones de euros. Entonces, cuando empecé a darme cuenta de lo que pasaba, Enrique Baquedano y yo misma contactamos con la subsecretaria del Ministerio de Cultura y ella lo paró radicalmente. No se cometió finalmente nada fuera de lo normal, pero a mí me costó volverme a Albacete en 2010. Volví feliz a este museo, el de Albacete, diciéndome la suerte que había tenido al dirigir el Arqueológico Nacional. 

En Albacete también hizo obras muy importantes, como la de ese otro museo que no se ve.  

Sí, fue en año 1995 cuando transformamos todo el sótano y  entonces, tenía muy claro que quería que la gente pudiese entrar a los almacenes del museo. Es muy importante, en la didáctica de conservación del patrimonio, que la sociedad entienda que no todo se puede exponer, pero nuestra obligación es contribuir a que ese patrimonio se transmita y ponerlo a disposición de quien lo quiera investigar. Al ministerio que entonces dirigía Carmen Alborch, le pareció muy bien la idea y, con Antonio Escario, el gran arquitecto del museo, codo con codo, estuvimos haciéndolo.

¿Hubiera seguido?

Sí. Al ser funcionaria del Estado y formar parte de las clases pasivas, hemos tenido el privilegio de poder jubilarnos con 70 años. El Ministerio de Cultura reconoce la figura del conservador emérito, pero solamente para los museos que gestiona directamente. He intentado ser un conservador emérito, pero no ha podido ser, no se reconoce en Castilla-La Mancha. Lo que haré es formar parte del voluntariado para echar una mano. En lo que pueda ayudar, siempre me van a tener y como investigadora, metida en almacenes y en la biblioteca.

¿El futuro es la investigación?

El futuro es la investigación. A corto plazo hay muchas cosas porque estoy evaluando para dos revistas científicas, tengo conferencias en septiembre, estoy en el comité científico de un congreso que se hace en Alicante y luego, con dos insignes arqueólogos, Teresa Chapa y Martín Almagro, seguramente, tenemos el gran proyecto de estudiar toda la cultura ibérica de la provincia de Albacete. También la familia y  viajar a Madrid a ver a mi hijo y a mi nieto.

¿Alguna anécdota?

Muchas. Recuerdo que en Tobarra me llamaron como mantenedora de los Juegos Florales y al poco tiempo me nombraron consejera. El entonces alcalde, Evaristo Navarro me volvió a llamar para ver si quería ir y le contesté que por supuesto. Bueno,  entonces tenía un Ford azul marino, no muy vistoso, y me fui con dos amigas a Tobarra. Empecé a dar vueltas y vueltas y no podía aparcar. Entonces vi un hueco, justo donde se hacían esos juegos florales y no lo pensé, aparqué. Se acercó un municipal que me dijo que no podía aparcar allí. Le contesté que llevaba media hora dando vueltas y le comenté que había quedado y tenía que estar  en los juegos a una hora en concreto. Me dijo que ese aparcamiento estaba reservado para la consejera de Cultura y claro, le dije que era yo. Ahí me di cuenta lo importante que era vestir el cargo, pero yo, un sábado, para eso, no iba a llamar a mi conductor para que me llevase a Tobarra.  

¿Cuál es su pieza preferida del Museo de Albacete?   

Es muy difícil, pero el Caballo de la Losa me entusiasma, es una de las obras cumbres del arte ibérico; una pieza maravillosa, aunque esté fragmentada.