Ángel Ñacle conserva imágenes de rincones que ya no existen

G. González
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El escritor, residente en Hellín, cuenta con más de 110.000 fotografías de toda la provincia

Ángel Ñacle en la puerta del Museo de Semana Santa de Hellín - Foto: G. González

El albaceteño Ángel Ñacle, residente en Hellín y primer presidente de la Asociación Cultural Amigos del Museo y del Patrimonio de Hellín (Mussyphe), fue profesor titular de Geografía e Historia y se define como  naturalista, montañero y escritor, que ha recorrido incansablemente la provincia de Albacete de la que tiene más de 110.000 fotografías digitalizadas para las que busca «un marco adecuado con el fin de que no se pierdan y puedan ser consultadas por quienes quieran conocer cómo es nuestra provincia, sus rincones y tradiciones, algunas de ellas abocadas a desaparecer».

Usted lleva más de media vida recorriendo la provincia y haciendo fotografías que no quiere que se pierdan.

He pasado tres cuartas partes de mi vida andando y fotografiando Albacete, casi medio siglo con una máquina colgada al cuello, retratando costumbres y lugares de todos los pueblos de la provincia. Fotografías que conservo y no quiero que se pierdan y por esa razón se las he ofrecido gratuitamente a la Diputación Provincial de Albacete y estoy esperando que me contesten.

¿Ha puesto alguna condición para ello?

Como digo, las he ofrecido gratuitamente, sólo les he sugerido que, con motivo del aniversario de la creación de la provincia de Albacete, podían reeditar mi libro sobre  La antigua provincia de Chinchilla y la Creación de la provincia de Albacete. Proyectos de División Territorial (1785-1833).

¿Hábleme de esas imágenes?

Decir en primer lugar que los 87 pueblos tienen su espacio con un mínimo de 100, 1.200 de Tobarra, seis o siete mil de Yeste  y hasta 8.000 fotografías de Hellín, en las que se recogen aspectos varios de cada una de las localidades y, por supuesto, todo aquello destacable en cada una de ellas. Dispongo de instantáneas malas, regulares y algunas buenas, pero lo destacable es que muchas de ellas retratan  lugares muy poco comunes, terrenos baldíos, páramos, cortijadas hoy abandonadas. Hablamos de una enorme variedad de edificaciones rurales, formas y elementos constructivos centenarios, caminos de herradura, cuevas, casas-cueva, palomares, cucos y chozos, hornos de pan, aljibes y pozos, lavaderos, fuentes y manantiales, abrevaderos, lavajos, saleros, pozos de nieve, norias, ruedas, zúas, batanes..., el recuerdo de un tiempo primigenio que se fue y que en este compendio tan singular, cobra vida.

¿Sólo lugares y rincones de antaño?

También hay carpetas de yacimientos arqueológicos, pinturas rupestres, castillos y torres, arte y monumentos, ermitas, iglesias, imágenes religiosas, campos, cielos, curiosidades y un capítulo especial con seis mil fotografías, las mejores, que he denominado El latir de una tierra, dividida en cuatro carpetas de    Paisajes de Albacete (1.000), Memoria de un mundo rural (2.000), El Marco natural (1.000) y La Vida Social (2.000) cuya temática, obviamente, son los paisajes de llanura, monte bajo y montaña, las edificaciones rurales con sus estructuras primigenias, la naturaleza en estado puro, y la rica etnología de los pueblos de nuestra provincia.  

Se trata, en definitiva, de parte de nuestra memoria.

Es un trabajo de una vida plena de sábados y vacaciones al sol, desde la década de los 70, en la que comencé a recorrer nuestra provincia a pie y que complementa los 35 libros que he publicado. Y considero que merecería la pena que se guardara para uso del público en general, porque es la memoria de un mundo cambiado y cambiante, un mundo que nuestros niños apenas reconocerán si no es de este modo.