Antonio García

Antonio García


El tren de los niños

31/10/2022

En el percance ocurrido en el trayecto entre Barcelona y León -un revisor del tren obligó a bajar en Palencia a los veintitantos niños que viajaban en él, por molestar y bajarse la mascarilla-, casi todo el mundo -no solo los padres- se ha puesto de parte de las criaturitas, y en contra de la empresa ferroviaria. Han criticado la desproporción de la medida y parece que van a llover denuncias. A mí lo primero que me vino a la cabeza fue la novela de Richard Hughes, Huracán en Jamaica, y he comprendido la reacción del pobre revisor, con el que me solidarizo, que uno es muy «empático» en estas situaciones. Los que juzgan drástica la expulsión alegan que solo eran unos niños, y ya se sabe que una de las atribuciones de los menudos es dar por saco, especialmente si lo propicia un contexto festivo, como era el caso, pues se trataba de un viaje de excursión, con profesores, y además de largo recorrido, para prolongar la tortura. Por supuesto, el revisor podría haberse planteado otras opciones, entre ellas la sedación colectiva por medio de tranquilizantes en los refrescos, o una dialogada negociación con los infantes disruptivos, pero se decidió por la vía expeditiva del ¡todos fuera!, mucho menos drástica en cualquier caso que la de liarse a sopapos, que esa sí que hubiera resultado impopular y punible. Mascarillas aparte, el incordio derivaba de sus chillidos y carreras entre vagón y vagón, una hiperactividad que a algunos les puede resultar entrañable -son como niños- y a otros, como al impaciente revisor, insufribles. A fin de que pudieran terminar el azaroso viaje, la compañía fletó un autobús, donde al menos solo podían molestar al conductor, si es que aún les quedaba resuello.