Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


El horror de la estadística

07/02/2022

Justo el día –hermoso sin duda –de la conjunción horaria (2/2/2022) –cifra mágica que pasó inadvertida–, a las 22, 22 horas, abro La Tribuna, y al llegar a la página 37, me doy de bruces con un titular que por un momento me deja noqueado: 'España prevé 280.000 nuevos diagnósticos de cáncer este año'. Una cifra sin duda apabullante. Movido por el morbo, empiezo a leer: «La incidencia del cáncer experimentará este año un ligero aumento respecto a 2021 con 280.101 nuevos casos diagnosticados (curioso lo del 1: '¿no seré, por azar, yo ése uno, Señor?'), según los cálculos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), que avisa que esta estimación no incluye el impacto que haya podido tener la pandemia».
De inmediato me viene la vieja imagen bíblica 'De Anás a Caifás', de la 'Covid al Cáncer'. No cabe duda que van a por nosotros, amigos. El mundo se ha convertido en un vivero de miedos y empiezo a entender a quienes cuando oyen hablar de enfermedades te hacen un desplante o te dan una coz. También me viene el recuerdo tenebroso de aquel colega más que cruel que empezaba sus clases en la Universidad anunciando, sin ningún tipo de pudor, que de los alumnos que tenía en el aula, a un tercio más le valdría evacuar porque jamás iban a aprobar su asignatura. '¡Menudo cabrón!' (sin 'cete' que lo atemperara). Y es que su experiencia doctrinal, según él, como ocurre con el SEOM, le permitía ver lo que los pobres mortales somos incapaces de prever, entre otras cosas porque de alguna forma nos aferramos a la esperanza para vivir un poquito más.
Pero, claro, el pasado miércoles 2/2/2022/ a las 22,22, yo no estaba para bromas evocando a mi buen amigo Bernardo Goig, a quien Dios tenga en su seno, fallecido el 5/5/2005/ a los 52 años. Otra vez las cifras me salían al paso. Y, como chico de Ciencias que en su día fui, empecé los malditos juegos malabares: según los magos de la SEOM, y si Dios no lo remedia, de cada doscientos españolitos, uno está en serio peligro de contraer un cáncer (en su amplísima gama), porcentaje que se torna más agudo si eres varón y no digamos si bordeas la ancianidad, cual es mi caso. 'Feo se pone el asunto, amigo mío', pensé, presa ya del horror al que alude Conrad, agitado por la angustia de los fatídicos guarismos. Feo, muy feo, este 2022; puesto que, de eludir al terrible cáncer y a la devastadora Covid, aún habrá que sortear a las 200.000 muertes seguras por accidentes cardíacos, las 3.000 por suicidio, o las 1.000 de tráfico (cifra que, por suerte, ha caído), más otro alto y variado porcentaje de fallecimientos que pueden ir de la tristeza al hastío pasando por los 'putos' accidentes domésticos o las muertes naturales, y eso por no hablar de las viejas apoplejías, los cohetes rusos, o la invasión de los extraterrestres y otras posibles pandemias que los chinos o los coreanos anden preparando en este mismo instante, en vista de los excelentes resultados que les ha proporcionado la Covid.
Constato entonces la negrura de mi porvenir. 'Más me valdría instalarme en una habitación aislada si realmente aspiro a llegar, como pensaba esta mañana, a la próxima conjunción horaria, más hermosa aún que ésta, o sea la del 2/2/2222/ a las 22,22'. Pero, claro, eso conllevaría evitar el consiguiente anquilosamiento, aunque, como dice el doctor Javier Solera, siempre te queda el recurso de dar vueltas alrededor de una mesa.
Sea como fuere, las cifras cancerígeras me han sacado de mis casillas; máxime cuando el funesto determinismo de estos sesudos varones y damas de la SEOM, prevén un aumento paulatino de la incidencia (340.000 casos en 2040). 'Lasciate ogni esperanza, amigo'. Las cartas están echadas. En breve una de esas cifras te engullirá, nos engullirá, porque al paso que vamos, las cifras del horror vendrán acompañadas de nombres: el tuyo, el mío, el de los demás… Por fortuna, para entonces desperté y, como el protagonista de La mujer del cuadro, comprendí que todo había sido una pesadilla.