Alimento para el cuerpo y el espíritu

SPC
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El valle del Najerilla agasaja al visitante con alicientes para el alma y los sentidos. Es tierra de historia, de pueblos de ensueño, cuna del idioma y despensa de tesoros de la cocina riojana

Alimento para el cuerpo y el espíritu

El territorio admite fronteras, pero los ríos son libres, cruzan límites y dejan poso en forma de historia y agricultura. El Ebro sabe a quesada cuando nace, se embriaga con viñas y huertas en su curso medio y obra el milagro del arroz en el Mediterráneo. En Torremontalbo, le sale al encuentro el Najerilla, orgulloso por ser diminutivo de capital de reino, recio porque descarga agua fresca de La Demanda y engorda afamadas truchas y rebosante de historia y alicientes para saciar cuerpo y espíritu. El Najerilla es también comarca de monte, viña, monasterios, pueblos de ensueño y manjares de huertas y matanza.    

Su curso divide en dos la que fue capital del reino de Nájera-Pamplona, famosa por su industria del mueble. Entre el cauce y las peñas rojas que dan nombre a Nájera y a su río, el monasterio de Santa María La Real es compendio de arte y leyenda. Aguas arriba, el visitante se adentra en un vergel de viña, cereal y huerto, que luego se encajona con La Demanda a la vista.

En Tricio, la romana Tritium, los pimientos son seña de identidad. El rey de estas huertas tiene su propia variedad, el Pimiento Najerano, autóctono de La Rioja. La ruta hacia el curso alto del río prosigue repleta de olores y sabores. Baños de Río Tobía exhibe casonas y el marchamo de su afamada industria chacinera. La Rioja no se entiende sin su vino, pero tampoco sin su gastronomía, que tiene en el chorizo, con indicación geográfica protegida, uno de sus estandartes.

En Nájera queda atrás el Camino de Santiago, pero historia y cultura animan a enfilar hacia el valle del Cárdenas, hermano menor del Najerilla, para visitar los monasterios de Suso y Yuso, en San Millán de la Cogolla, Patrimonio de la Humanidad. En ese remanso de paz, un monje anotó las primeras palabras de un idioma que hoy hablan más de 500 millones de personas. Es tierra de literatos, cuna de Gonzalo de Berceo, y de alimento para el cuerpo. Y de vino y agronomía sabían mucho en aquellos cenobios, como atestiguan los tratados que atesora la biblioteca de Yuso.

La comarca respira espiritualidad. Al hilo del Najerilla, la patrona de La Rioja halló morada en un entorno idílico de altas cumbres. El Monasterio de Valvanera ofrece parada y fonda, miel y su célebre licor.

Aromas monacales.

Más abajo, en el valle, aromas de repostería monacal sacian el apetito del cuerpo, mientras el espíritu se sobrecoge por la luz hecha arte en los ventanales de la abadía de Cañas.

De camino a las montañas, el coqueto núcleo de Pedroso presta nombre a sus apreciadas nueces, que tienen aquí su propia Denominación de Origen y aportan energía y gusto a los postres de la tierra.

Anguiano, donde el Najerilla se embarranca en un entorno de foto, preserva la tradición centenaria de los danzadores y sus zancos. En ese ecosistema brota otro milagro gastronómico: la alubia de Anguiano. El apreciado caparrón, más pequeño y fino que otros, es seña de identidad culinaria de la región. La quesería artesanal ligada al terruño completa el reclamo gastronómico local.

En Las 7 Villas, el paisaje se vuelve montaraz, como la cocina local, que agasaja con boletus, olla con alubia de la zona y guisos de caza. La ruta guarda sorpresas en forma de arquitectura rural primorosamente conservada, que le ha valido a Viniegra de Arriba el título de uno de los pueblos más bonitos de España, lo mismo que su hermana de Abajo, que presume de pasado con sus casas de indiano. Las casas de comidas de la zona aseguran una jornada con aderezo gastronómico de primera, con un protagonista que en Las Viniegras adquiere categoría de manjar: el cordero lechal de pastizal de alta montaña.

Najerilla arriba, las ruinas de Mansilla reposan bajo las aguas del embalse. Y casi al fondo del valle, Canales de la Sierra guarda un tesoro. Su corrala barroca de madera, del siglo XVIII, aún activa, es el decano de los teatros riojanos.