Editorial

Avances prudentes y oportunos pero sin margen para la complacencia

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Los efectos del final del estado de alarma están todavía por definirse. España ha vivido un fin de semana que se ha asemejado mucho a la normalidad previa al comienzo de la pandemia en marzo del año pasado. Se han repetido muchas de las imágenes que siete días antes se registraron en grandes ciudades celebrando entonces lo que se consideraba un punto y aparte en los comportamientos una vez que el domingo 9 decayó el estado de alarma y con ello la prohibición de limitar la movilidad de los ciudadanos, tanto en horarios como en espacio. 

Una semana después existen razones suficientes para la preocupación ante el riesgo de que un exceso de confianza nos conduzca a un empeoramiento de los datos epidemiológicos.

Todas las comunidades han presentado esta semana una mejoría en la incidencia, e incluso los indicadores de España son mejores que los de otros países europeos, como Francia y Alemania. Con el verano a la vuelta de la esquina, y con ello las esperanzas de reactivación económica por la vía del turismo, es exigible a la ciudadanía que extreme su prudencia y que el comportamiento sea más acorde a un escenario aún de prevención que de despreocupación, como peligrosamente se ha detectado en estos últimos ocho días. 

Que se hayan eliminado las prohibiciones más severas no debe desviar la atención ni fiar exclusivamente al proceso de vacunación el final del riesgo. Indudablemente, está deparando resultados muy positivos debido, sobre todo, el ritmo que ha cogido este proceso, con más de 600.000 inyecciones en un solo día, pero no está todo hecho. 

Los pasos que se han dado son positivos e incluso oportunos, pero solo desde un uso prudente de esa libertad se optimizarán tales avances. Hemos asistido este fin de semana, por ejemplo, a la apertura de las gradas de algunos estadios de fútbol de Primera y Segunda División por primera vez desde marzo de 2020. Un buen paso. Pero en todos aquellos contextos que no cuentan tanta organización como ese hay que mantener la guardia y exigir a las autoridades que no haya margen alguno de permisividad con quienes infrinjan las normas que quedan en vigor.