Cuestión de margen

Carlos Cuesta (SPC)
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La supervivencia y la expansión del tejido productivo en momentos de crisis como el actual depende de una forma determinante de su rentabilidad para hacer frente a los altos costes de la inflación, las materias primas y los salarios

Cuestión de margen

La crisis está agudizando el ingenio de los empresarios, tanto de las grandes compañías como de los pequeños negocios a la hora de gestionar los márgenes con los que operan para mantener su actividad y salvar los números ante la desbocada inflación y los disparados costes a los que tienen que hacer frente.

Las diferentes patronales aseguran que, aunque el consumo de los meses estivales ha sido muy alto, los empresarios se están enfrentando a un escenario inédito de alza de los gastos y, sobre todo, de reducción de beneficios a pesar de incrementar la facturación a cifras de antes de la pandemia.

Se trata de una realidad inflacionista que los economistas consideran que se va a prolongar en el tiempo más allá de la guerra de Ucrania y aunque la cifra de negocios pueda haberse incrementado en el primer semestre de 2022 entre un 7% y un 25%, sin embargo, su margen de rentabilidad ha caído una media de más del 10%.

En este sentido, los expertos financieros advierten que es clave en este preciso momento acertar con la gestión de los pedidos, los plazos de financiación y, especialmente, el incremento constante que se está produciendo de tarifas para no quedarse fuera del mercado o en una situación de insolvencia que lleve a la ruina.

Cada vez es más común ver como los presupuestos que ofrecen las empresas a sus clientes recortan sus plazos de vigencia ante el descontrol existente en los costes de la energía, las materias primas o, incluso, la falta de suministro. 

En España, el sector de la energía presenta la tasa de crecimiento de beneficios más alta del primer trimestre de este año, con una espectacular alza del 206,3% y se espera que gane 36.900 millones de euros en el segundo trimestre, frente a los 12.000 millones de euros del mismo período del año anterior. Le sigue las corporaciones cotizadas que, con los resultados de enero a marzo y con los primeros estudios de impacto por la guerra, cerrarían el ejercicio en el 11,5% de superávit medio.

El mercado no es homogéneo en todas las actividades pero, según las principales firmas auditoras una empresa precisa obtener un margen de entre un 10% y un 25% para mantenerse en el mercado o disponer de un beneficio menor pero en volúmenes de negocio muy altos que aseguran un buen margen.

La nueva economía exige revisar cada partida de una compañía una y otra vez con proveedores y clientes, lo que dificulta avanzar en un proyecto por la alta incertidumbre que se ha generado. 

De hecho, las pymes están reaccionando con planes de contingencia y ajustes de producción para evitar que el incremento de los precios, que en el primer trimestre se ha elevado más de un 23%, provoque la quiebra de sus organizaciones. Entre las medidas adoptadas, se detectan, de forma mayoritaria, cierres masivos temporales, recortes de horarios y ajustes de plantillas.

Los empresarios confiesan que, en el contexto actual, cada vez resulta más difícil repercutir los incrementos de las tarifas de la energía, los carburantes y las materias primas en sus negocios, así como los incrementos salariales de los trabajadores que han visto como la inflación, que escaló hasta el 10,5% en agosto, ha hecho que sus nóminas hayan perdido poder adquisitivo.

Incentivos

Para solucionar este problema y evitar que la precariedad laboral dé paso al abandono de los puestos de trabajo, los economistas confirman que las compañías están pactando ya incentivos y primas con sus empleados de entre un 15% y un 25% en sus retribuciones brutas para no quedarse sin mano de obra especializada, evitar huelgas y poder sacar adelante sus pedidos.

El grave problema que se genera con esta realidad en el corto plazo es la paralización de buena parte de la actividad económica, así como el cierre de organizaciones que no pueden hacer frente a esta complicada coyuntura estructural. 

La situación se puede agravar más aún este otoño cuando las empresas no puedan repercutir los elevados costes a los que tengan que enfrentarse, además de una mayor presión tributaria y una menor competitividad en los mercados internacionales ante la depreciación del euro frente al dólar.

En este contexto, el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, advirtió recientemente que las sociedades en España tuvieron 6.000 millones de euros menos de beneficio en el primer trimestre del año con respecto al mismo período del ejercicio anterior, y que en la etapa comprendida entre 2020 y 2021, las ganancias fueron de 100.000 millones de euros menos, citando datos oficiales aportados por el INE.

Algunos expertos liberales aseguran que en épocas de crisis se precisan reformas de calado que garanticen un tejido empresarial competitivo, productivo y con los márgenes suficientes para garantizar su crecimiento y su viabilidad y apuestan por una tributación más alta que fortalece la productividad frente a la competencia, apoya la inversión y la contratación de trabajadores.