Lo hace todo. Y todo bien. Que no es cuestión baladí cuando se trata de uno de los retos más importantes, quizás el mayor, de los que ha afrontado en su ya exitosa carrera artística a pesar de su juventud. Porque uno de los films con mayor leyenda, repercusión y taquilla de la historia del Séptimo Arte, el veterano Cantando bajo la lluvia, que acaba de superar ya sus siete décadas desde que se estrenó, ha sido llevado al teatro. Por supuesto, sorteando por parte de la valiente productora Nostromo Live sus múltiples dificultades técnicas de adaptación al escenario. Y con Miguel Ángel Belotto dando vida al protagonista de la obra, Don Locwood, al que interpretaba en la película el mítico Gene Kelly. Y con enorme éxito del almanseño tanto de crítica como de y público, que lo aclama al término de cada función en el Teatro Apolo de Madrid.

Como es lógico, Miguel Ángel está satisfecho de esa valoración y de que cada noche se repitan durante muchos minutos los aplausos, que él no quiere particularizar y con su carácter sencillo extiende «a todos los compañeros que hacen también un gran esfuerzo». Eso sí, él es prácticamente el único que permanece en escena casi todo el tiempo de las dos horas y media que dura la representación, cual obliga el papel de máximo protagonista. Algo que no le ocurría en igual medida en sus anteriores obras también de semejante estilo musical, en el que el  almanseño goza de un extraordinario prestigio ganado a pulso, en otros conocidos títulos como West side story, A chorus line y Mayumana Rumba -que junto a otras dedicaciones como intérprete más allá de lo musical conforman un brillante historial- con las que además de la capital de España ha recorrido muchos otros lugares. Lo mismo que acontece ahora con Cantando bajo la lluvia, que el próximo día 19 se despide de Madrid para una amplia gira por diversas capitales.

Eso sí, no va a ser posible, y confiesa a La Tribuna que le duele, que Albacete y su Teatro Circo, al que califica de «modernísimo y  bellísimo a la par», se incluya, por esas dificultades técnicas de la escenografía. Por ejemplo, el agua que le cae y le empapa, como a los dos micrófonos que lleva, en la más conocida de las escenas, el baile con los paraguas junto a unas farolas, sale de una especie de piscina que han tenido que montar debajo del escenario, donde tras subir por unos conductos que la calientan vuelve para que no se pierda y pueda reutilizarse en la siguiente función.

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