«Hay que ponerse a la altura de los alumnos»

A.G.
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María del Carmen Sáez, maestra en el colegio de Fuentealbilla, opta al premio Educa Abanca Mejor Docente de España

María del Carmen Sáez Moreno. - Foto: C.A.

María del Carmen Sáez Moreno, maestra natural de Mahora y que ejerce en el CEIP Cristo del Valle de Fuentealbilla, ha sido nominada a los prestigiosos premios Educa Abanca Mejor Docente de España 2022.

Estos premios, conocidos como los Goya de la Educación, pretenden dar visibilidad, reconocimiento y dignificar la profesión docente.

Este año ha habido más de 1.300 propuestas, de las que solo 27 han sido aceptadas en la categoría de Educación Infantil. La entrega de premios se celebrará el próximo marzo en A Coruña, coincidiendo con el sexto Congreso Mundial de Educación Educa 2023.

¿Qué supone esta nominación en el plano personal?

Sobre todo satisfacción por la valoración recibida y el reconocimiento al trabajo que llevo realizando tantos años, ya que la nominación parte de las familias de los alumnos.

¿Cómo es esa relación con la comunidad educativa local?

Tras tener varios destinos anteriores, llevo ya 12 años ejerciendo en el CEIP Cristo del Valle y tengo muchas relación y apego al pueblo y a la gente.

Soy una maestra que trabaja de una forma diferente, sin libros y por proyectos, y siempre he tenido el apoyo tanto de las familias de los alumnos que han pasado por mi aula como de asociaciones y el Ayuntamiento. Me he sentido muy respaldada.

¿En qué consiste esa metología didáctica?

Es una metodología que convierte al alumno en protagonista activo de su propio aprendizaje. Se parte un tema, que en ocasiones surge de intereses del propio alumnado o de situaciones que se estén dando en la sociedad, y se desarrolla un proceso de actividades, talleres y propuestas activas y manipalutivas, a través de la experimentación y la investigación. Con ello, se consigue un aprendizaje significativo, que es a lo que aspiramos todos los docentes, a que perdure en el tiempo y que haya motivación.

También he intentado siempre que las familias sean parte activa, involucrarlas lo máximo posible y contextualizar los proyectos en la realidad que tienen los alumnos en la localidad. Muchas veces nos servimos de colaboraciones con empresas, asociaciones o el Ayuntamiento para lograr un aprendizaje que conecte con la vida.

¿Se genera así una relación humana especial?

Sí, llevo muchos años en Fuentealbilla y el trato con las familias y vecinos es muy cercano, intentando generar una pedagogía del afecto y estar lo más accesible y cercana posible para ellos.

Si quieres involucrar a las familias, tienes que facilitarles las cosas y explicar los beneficios del proceso.

¿Resulta más fácil desarrollar esa metodología en un pueblo que en otros entornos?

Evidentemente tenemos como ventaja las ratios de alumnos por aula, que siempre han sido una reivindicación de los docentes y aquí son más bajos. En Educación Infantil, con 25 alumnos por clase, puede ser complicado, porque son niños pequeños que requieren de mucha atención.

En ese sentido sí, pero también es cierto que este método puede llevarse a cabo en cualquier centro. Todos los contextos tienen posibilidades para rentabilizar y adaptar al proyecto en que estemos trabajando. Lo necesario es saber aprovecharnos de ellas, aunque a veces no sea fácil.

¿Un reconocimiento como este supone un refuerzo para seguir con sus proyectos?

Sí, porque esta metodología supone mucho trabajo extra, ya que todos los proyectos son de creación propia.

Esta nominación me hace ver que las familias lo valoran y da fuerza para seguir impulsando un proceso de aprendizaje que creo que es necesario en la sociedad, que impulsa la creatividad y un pensamiento crítico y reflexivo, que ayude a los niños y niñas a pensar por si mismos desde pequeños.

¿Cómo se compagina el método con la atención que requieren niños de tan corta edad?

Los años de experiencia te van dando las claves. Siempre digo que hay que agacharse y ponerse a la altura de los alumnos, para ver qué necesitan, cuáles son sus motivaciones y, a partir de ahí, encajar todo el proceso.

Si les presentas propuestas interesantes, ellos quieren seguir aprendiendo y cuando terminamos un proyecto, ya preguntan cuál será el siguiente. Es el mejor signo de que la metodología funciona.