«Una buena fotografía te cuenta una historia entera»

V.M.
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El redactor gráfico de La Tribuna, Rubén Serrallé, ha ganado la segunda edición del Premio de Fotoperiodismo Ciudad de Albacete, convocado por la APAB con la instantánea, Mirada perdida, tomada hace un año con su Canon EOS 5D Mark III

El fotógrafo de La Tribuna de Albacete, Rubén Serrallé. - Foto: Arturo Pérez

El redactor gráfico de La Tribuna, Rubén Serrallé,  ha ganado la segunda edición del Premio de Fotoperiodismo Ciudad de Albacete, convocado por la APAB con el objeto de reconocer el trabajo de profesionales que desarrollan su labor en esa rama profesional del periodismo en medios de ámbito local o provincial de toda España. La instantánea que le valió ese reconocimiento, Mirada perdida, tomada hace un año con su Canon EOS 5D Mark III,  refleja el estado de tristeza y confusión de una adolescente ucraniana obligada a huir de su país por la contienda bélica.

¿Qué supone este galardón en su trayectoria profesional después de haber conseguido el Premio Sánchez de la Rosa en 2022?

Este premio supone un honor y un orgullo, sobre todo porque te lo dan los compañeros de profesión, además es el segundo año que se distingue un trabajo fotográfico y supone poner en valor una profesión a veces poco reconocida.

‘Mirada perdida’, fotografía que le ha valido el premio a Rubén Serrallé ‘Mirada perdida’, fotografía que le ha valido el premio a Rubén Serrallé - Foto: Rubén Serrallé¿Cómo recuerda el momento concreto en que está tomada la fotografía?

Bien, yo formé parte de la expedición organizada por la Fundación Aladina y el Grupo de Rescate Montaña Activa para traer refugiados ucranianos a nuestro país poco después de estallar la guerra. Mi idea era hacer un trabajo periodístico que reflejara  todo el proceso desde la llegada a Medyka, en la frontera  polaco-ucraniana, donde recibimos a las familias que venían  después de horas y horas de viaje, pero realmente en los primeros días hice pocas fotografías por respeto a la situación que atravesaban esas personas, todo fue más trabajo de voluntariado. Cuando ya montamos en el autobús fletado para regresar a España y, tras conversar con ellos,  comencé a hacer mi trabajo. Esa fotografía concreta la tomé durante el segundo día de viaje, llegando  a la ciudad francesa de Vienne, cuando vi en los asientos traseros a esta niña que viajaba con su madre y sus tres hermanas; me dio tiempo a sacar el equipo, montar el teleobjetivo y disparar, porque esa mirada la mantuvo durante varios minutos, reflejaba esa confusión y parece decir: qué hago aquí, dónde voy, qué está pasando. 

¿Por qué la presentó en blanco y negro?

Creo que atrapa mucho más la mirada, quizás  los colores y las luces distraen un poco, mientras que en blanco y negro la mirada va más directamente hacia ella.

A nivel personal, ¿qué supuso esa experiencia?

Los primeros tres días fueron de no parar, ayudando a la gente que iba a ese punto fronterizo, recuerdo perfectamente la llegada de una familia, una madre con dos bebés, una niña pequeña y tres chicas, después de 14 horas de travesía en una vieja furgoneta, que me dejó totalmente impactado. A nivel profesional me interesaba querer relatar una historia dentro de un conflicto internacional desde una vertiente más local, porque algunos de esos refugiados vinieron a Albacete, y personalmente no fui consciente de todo que había vivido hasta el día siguiente del regreso, recuerdo que fui a pasear con mi perro y se me escaparon unas lágrimas recordando la situación límite a la que se veían abocadas esas personas.

¿Este trabajo sirve para reivindicar el valor de una profesión a veces tan denostada?

Sí, porque nuestro trabajo consiste en contar historias, en denunciar situaciones y una buena fotografía te cuenta una historia entera. Si eres capaz de captar lo que está pasando, cómo está pasando e incluso lo que siente una persona, ahí lo transmites todo. Nuestro trabajo nos permite hacerlo con relativa frecuencia, quizás menos de lo que nos gustaría, pero recompensa.