Solidaridad en el Sáhara

Virgilio Liante
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Las condiciones extremas en las que viven niños y adultos en los campos de refugiados no impiden para que los países ayuden a personas con discapacidad

Una joven ciega saharaui recoge un juego en braille. - Foto: Alicia Zafrilla

Los campamentos de refugiados de Smara, que es una de las cuatro wilayas o poblados dentro de Tinduf, con una superficie de 70.009 kilómetros cuadrados, en la que están además Auserd, Dajla, y Aaiún porque están en medio de la nada, del desierto, de una tierra inhóspita, que rebasa los 50 grados de temperatura en verano y un aire acondicionado es un bien de superlujo. Hay miles de personas que viven en unas complicadísimas condiciones, de las que pocas personas se acuerdan, salvo que hayan tenido trato con este pueblo. Los sueldos en los campamentos entre la escasa población empleada son apenas un estímulo: un maestro cobra unos 25 euros al mes, una comadrona  y un médico 50 y un militar 40 aproximadamente. Esta precariedad provoca que un 30% de los menores sufra malnutrición o que la mayoría de las mujeres embarazadas tengan anemia por la falta de una dieta variada con productos básicos.

Pero si pasar una existencia en casas de adobe es difícil, donde en muchos sitios el agua llega en camiones cisterna y no hay electricidad, imagínense cómo es de incierto el futuro para un ciego, un sordo o una persona con atenciones especiales. La Tribuna de Albacete visita un centro de personas con discapacidad, en la que la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de la capital ayudó desde el principio para levantarla.  

Esto no es el París-Dakar, esto es el Sáhara, una tierra donde las autoridades no se acuerdan de ellos, que dicen que "quieren volver al Sáhara Occidental, porque es su tierra". Al igual que la misión de pacificación de las Naciones Unidas, establecida en 1991 para observar el alto el fuego y organizar un referéndum entre el pueblo saharaui que determine el futuro estatus del territorio del Sáhara Occidental a través del derecho de autodeterminación, con base en el censo español de 1974. Hay una cosa que llama mucho la atención y es que pese a la situación de miseria en la que subsisten, los niños nunca piden dinero, ni atosigan a los turistas como sí ocurre en India, México o Filipinas. Para los niños saharauis una mirada cómplice, una sonrisa a tiempo o un saludo es mucho más importante que pedir dinero.  

dificultades. Hasina, profesora de quinto de Primaria, de esta escuela (madraza) creada en 2003, explica que "con los medios que tienen muchas dificultades, aunque la ayuda de la ONCE de España ha sido importantísima para que puedan tener aparatos de braille. En el colegio hay 12 niños diferentes discapacidades, desde problemas de visión que se han quedado sin el 80% de la vista y otros con discapacidad sensorial". Sobre los niños que tienen problemas de visión, Hasina explica que "en la mayoría de los casos la falta de gafas de vista, el desierto y el sol, y sobre todo la alimentación y falta de vitaminas provocan daños irreparables en muchos saharauis".

Los horarios de la madraza son en verano, desde las ocho a 12 de la mañana, y en invierno desde las nueve hasta las 13 horas. La docente destaca las carencias porque necesitan de todo, ya que hay muchos profesores que "no saben utilizar ordenadores con lo importantes que son hoy en día en el mundo Occidental, aquí nos dan cursos para aprender.

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