El horror que nadie pintó

M. C. Sánchez (SPC)
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Belchite evoca la historia de otra batalla cruenta: la de un pueblo obligado a mantenerse en ruina convertido en un trofeo ideológico

En las ahora vacías calles del municipio zaragozano perdieron la vida 5.000 personas. - Foto: Eduardo Ibáñez (@edu.r.s.g)

Diferentes verdugos, pero similar crueldad y mismas víctimas: los habitantes de un lugar reducido a escombros por el horror de la guerra. Guernica pasó a la Historia como un símbolo de la barbarie bélica, y quedó inmortalizado para siempre en el lienzo emblemático de Pablo Picasso. Sin embargo, otro enclave español, devastado también por las bombas, no tuvo la misma suerte. Belchite nunca renació de sus cenizas y tampoco fue pintado por un gran maestro. Frente a ello, tuvo el dudoso honor de convertirse en el primer intento a gran escala de conservación de las ruinas de una contienda en Europa occidental.

Escenario de una de las batallas más sangrientas de la Guerra Civil, con más de 5.00 muertos en dos semanas entre ambos bandos, la reconstrucción de esta localidad zaragozana fue vetada por Franco. A falta de solo unos meses para cumplirse, al igual que en Gernika, 85 años de su destrucción (24 de agosto de 1937), Belchite amenaza ruina. La misma, pero acuciada por el implacable paso del tiempo, que presentaba cuando el dictador lanzó a sus vecinos una promesa que jamás cumpliría: «yo os juro que acabada la guerra (...) sobre estos restos se edificará una ciudad hermosa y amplia como homenaje a su heroísmo sin par».

La realidad fue la contraria. El anuncio tornó en una prohibición de reconstruir absolutamente nada de la que solo se salvaron entonces el cementerio, la puerta de la villa y un santuario. Un millar de presos políticos que malvivían hacinados en un campo de concentración cercano conocido como la pequeña Rusia, en el que también fueron confinados los miembros de las familias locales señaladas como izquierdistas por el régimen, levantó un nuevo núcleo inaugurado en 1954 y que en la actualidad cuenta con más de 1.500 empadronados. Los últimos vecinos dejaron en 1964 el pueblo viejo. 

Doble golpe

La batalla de Belchite, situado a 50 kilómetros de Zaragoza y con 3.800 habitantes antes de la guerra, fueron en realidad dos. La primera, que se desarrolló entre el 24 de agosto y el 6 de septiembre de 1937, incluyó una lucha encarnizada, casa por casa en su última etapa, combinada con bombardeos aéreos, que acabó con la toma del pueblo por las fuerzas republicanas. Lo segunda se produjo seis meses después, en marzo de 1938, cuando los sublevados lo ocuparon aprovechando que las posiciones republicanas en el frente de Aragón comenzaban a desmoronarse. En ambos casos, se trató de victorias pírricas por el control de un enclave ya en ruinas. Un lugar cuya historia y gentes pasaron a un segundo plano, para convertirse en un trofeo con valor simbólico y político. 

El viejo pueblo de Belchite no fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) hasta 2002. Entonces, sus escombros cobraron otro significado: el testimonio de la sinrazón que esconde la guerra.

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