Antonio García

Antonio García


El café

09/01/2023

Mientras me tomo el café solo y sin azúcar, leo en los titulares de prensa que el café solo y sin azúcar es beneficioso para casi todo el mundo. Ese «casi» excluyente se refiere a las embarazadas, sobre las que puede tener efectos indeseados como partos prematuros o abortos, lo que tiene un fácil arreglo renunciando al embarazo. Para quienes aún no estamos en estado de buena esperanza todo son beneficios: reducción en la mortalidad, menor riesgo de enfermedades cardiovasculares, de cáncer o de afecciones metabólicas y hepáticas. Los muy cafeteros no podemos sino brindar con café por ese nuevo margen de vida que se nos concede. Por supuesto hay que leerse la letra pequeña del reportaje para dosificar nuestro optimismo, pues el efecto salutífero tiene que ver precisamente con las dosis: no conviene sobrepasar la medida de tres a cinco tazas diarias si no queremos que nuestra longevidad se vea alterada por temblores, nerviosismo y arritmias, una minucia comparada con intimidaciones anteriores que veían en el café un poderoso cancerígeno. Se van derribando así leyendas negras sobre la bebida más consumida después del agua, irremplazable para abrir el día o poner broche a una buena comida, pero sobre la que aún sobrevuela obstinada la amenaza secundaria del insomnio. En una vieja película de Preston Sturges, el protagonista inventa un lema para una compañía cafetera: «Si no puede dormir, no es el café, es la cama», y no me cabe duda de que futuros estudios terminarán dando la razón al publicista de ficción desmontando el último mito que aún disuade a los escépticos de consumirlo con nocturnidad y alevosía. Si no quieres café, dos tazas.