«Altea es determinante en mi pintura y en mi vida»

Sánchez Robles
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Ricardo Avendaño: «En Costa Rica me contrató una agencia de publicidad americana que se empeñó en que siguiera con ellos viajando a Estados Unidos con un sueldo impensable»

«Altea es determinante en mi pintura y en mi vida»

na conversación con este pintor albacetense es de un interés inusitado. Creativo, polifacético, bohemio, su palabra como su arte, que es trasunto fiel de su vida, trascienden hasta sumergirse en sus variados mundos cerca eso sí de las aguas mediterráneas de Altea, donde vive en uno de sus paisajes idílicos para ser y estar, universos de tiempos y espacios existenciales, mirando al mar en la potente luz levantina de un amanecer o la levedad de un atardecer tan distinto. 

Es Ricardo Avendaño Pérez (Albacete, 18 de marzo 1955) un trotamundos sui generis para quien Altea, «que ha sido determinante en mi vida y mi pintura» le aporta la belleza y la estética del paisaje en la orilla del mar, además de un cosmopolitismo único.

Nacido en el barrio de la Industria albacetense, cuenta que no tuvo buen recuerdo de su paso por Escolapios y Salesianos por varias razones. Tras terminar el bachiller superior, decidió marcharse a Valencia a estudiar Bellas Artes preparándose en la escuela de Artes y Oficios. «Mi padre me ayudaba con mucho esfuerzo a cursar estos estudios. Trabajé como dibujante en la editorial de la Gran Enciclopedia valenciana para que mi familia me mandara menos dinero. Estudié a fondo a Goya, los surrealistas y a Leonardo da Vinci cuyo Tratado de la pintura fue mi libro de cabecera», afirmó Ricardo Avendaño.

Terminó la mili y antes de contraer matrimonio aprobó una oposición de funcionario como técnico de laboratorio en la imprenta provincial de la Diputación, donde estuvo dos años tras los que se marchó a vivir a París. «Salí con una mano detrás y otra delante en un coche marca dos caballos que tenía. Seguí pintando, hice tres exposiciones, conocí al gran pintor Antonio Saura con el trabé una buena amistad. Me guió en París profesionalmente como una especie de mentor, lo que me reforzó mucho en mi actividad pictórica. Estuve dos años en Francia y desde allí me marché a Granada en una de las épocas más bohemias de mi vida en los años ochenta. Murió mi padre, regresé a Albacete y tras un tiempo decidí irme a Finlandia acompañado de mi gran amigo Ángel Cuevas para participar en una bienal europea de grabado que me habían invitado. Vendí toda la obra que llevé por lo que me quedé tres meses. De nuevo me dirigí a París moviéndome mucho en viajes en furgoneta por toda Europa especialmente por Italia hasta que me vine a Albacete en un tiempo en el que trabajé mucho como diseñador para la Caja de Ahorros que presidía Carpio hasta que me fui a Los Arenales y luego a vivir en Altea, porque tenía el encargo de un retrato, donde estoy ya treinta y dos años, salvo alguna etapa», recordó Ricardo Avendaño.

De pronto, un nuevo destino: Costa Rica. «Allí conocí a un taxista en San José al que le mostré un book con mis trabajos de todo tipo y especialmente de diseño, que presentó porque había trabajado anteriormente en la agencia americana de publicidad BBDO, a cuyos directivos de arte le gustaron mis trabajos de logotipos contratándome por dos mil quinientos dólares al mes, una cantidad impensable. De pronto pasé a ser rico como diseñador, pero al obligarme después de un tiempo a marcharme a EEUU y aprender inglés, pensé que lo mejor era regresar a España y más en concreto a Altea, donde ya consolidé mi residencia hasta ahora».

Si lo importante es hacer viva la pintura, si constituye una expresividad artística que tiene vida propia fruto de un proceso creativo, Ricardo Avendaño lo ha logrado en hermosas y felices culminaciones estéticas, haciendo realidad a su forma y manera la idea de Albert Einstein cuando afirmó que «el arte es la expresión de los más profundos pensamientos y sentimientos por el camino más sencillo». Eso sí, a la orilla de la intensidad e inmensidad del Mediterráneo. Siempre, siempre.