Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Peronistas

13/08/2022

El peronismo gana terreno. Hay peronismo por todos lados -en el foro, en las iglesias y en las tertulias-. Franco se quejaba de Perón -le molestaba que alardeara del trigo que nos envió con Evita y que pareciera barato-. Nuestro embajador, don Manuel Aznar, le rogaba al dictador mesura en la crítica -Franco lo tachaba de enemigo de la Iglesia- y alentaba al general para no perder tiempo en la cruzada. Los descamisados de Evita eran el trigo político del general Perón. El peronismo es la demagogia más grosera, sin desbastar, sea cual fuera su ámbito o terreno. La demagogia es más sutil -hay profesores brillantes, enemigos de la democracia liberal, capaces de encumbrarse en la vida de partido «y formar y utilizar la convicción de las masas dominadas»-. Spengler dijo todavía más, la demagogia como «una orquesta de instrumentos de cobre en vez de la vieja música de cámara». Los viejos músicos eran -y son- la vieja política, la benigna libertad de comercio, culto y opinión; los pequeños ahorradores, los prudentes devotos de la fe sencilla, los pacientes y rigurosos padres de familia. Frente a la democracia aburrida se alzaba la extravagancia de la mentira, las vestiduras rasgadas y la desvergüenza. Pero con todo hay en la demagogia un estilo rompedor, un aire que refresca un poco, la injuria bien medida en un discurso falaz. El peronismo es otra cosa. Evita Perón lo sublimó -y el general Franco aguantó como una arcada el trigo argentino en una España que se moría de hambre-. Es fácil hallar peronistas en la propaganda de la política, en la más alta magistratura de Roma, en los hijos que tiranizan a los padres y en los programas de tal o cual actividad corporativa. El peronismo ni siquiera es orquesta de cobre en la vieja música de cámara, es como doña Irene Montero anunciando una cultura venidera o como el viejo sacerdote que dice hallarse en otra guerra mundial. El peronismo es demagogia degenerada, casi como un deber, quizá un instituto vital que tanto miedo le procuraba a Franco -Evita era rubia y el general era de un feudalismo gris- y no hace acepción de clases. Hay peronistas de grande riqueza y los hay empeñados en salvarnos.