Queridos lectores, por si no se habían enterado todavía, les diré, antes de que se me olvide, que ha muerto la Reina Isabel de Inglaterra y hasta es posible que la entierren algún día.  ¡Ah! Y que le sucederá en el trono el Príncipe Carlos, de profesión pelearse con sus plumas estilográficas, con el nombre de Carlos III de Inglaterra. Aquí también tuvimos un rey con el mismo nombre y fue quizás el monarca más culto y morigerado de la historia de las Monarquías europeas. Rey que apenas recuerdan ya ni los libros de texto del bachillerato.
La circunspecta Rubia Albión  está de riguroso luto y nosotros, los excesivos y exuberantes meridionales de la piel de toro europea, continuamos a lo nuestro. Que son las luchas intestinas entre los partidos políticos que gobiernan y los que se pirran por gobernar. Sube el precio de la electricidad, del gas y de los artículos de primera necesidad y nuestros políticos continúan a lo suyo. Y lo «suyo» es ponerse zancadillas, unos para continuar en el machito donde se maneja la «pasta gansa» que permite que el país siga funcionando y que algo quede para los propios bolsillos, y los otros bramando por derribarlos para cabalgarlo ellos. Que a eso se reduce todo el batiburrillo en el que está enfrascada nuestra clase política.
Los españoles comenzamos a pasearnos con los forros de los bolsillos colgando, asustándonos cuando vemos los contadores del gas y de la luz en marcha, y preocupados por la inminente llegada del «general invierno», porque estamos convencidos de que, gracias a nuestra clase política, cada día será peor que el anterior. Suerte de nuestra televisión, por la que nos hemos enterado de la muerte de la prima Lilibhet...