Hay noticias que evidencian por sí solas el estado de una nación. Y que al final vienen a demostrar los errores de un Gobierno. El portavoz de Podemos tras la escapada de Iglesias ha salido por peteneras exigiendo una compañía eléctrica pública, que quiere decir administrada por el Gobierno del cual de un modo u otro él forma parte. ¿Y por qué no hacer lo mismo con el gas, los bancos y los laboratorios farmacéuticos? Vamos una nacionalización a cara de perro para que en vez de brearnos los oligopolios nos bree el Gobierno. Al fin y al cabo que más da; de pobres de solemnidad no vamos a salir en manos de unos o de otros… 
Que el Gobierno de Sánchez dedique parte de los fondos europeos para digitalizar los archivos del franquismo tampoco es como para rasgarse las vestiduras, al fin y al cabo no nos vamos a enterar adonde van a parar la cantidad de millones de euros que hemos recibido y los que recibiremos. Pero a uno, en su corto conocimiento sobre las cuestiones financieras y las ideas de Sánchez para administrar la ayuda europea, se le alcanza que debiera servir para tratar de restaurar, hasta donde se pueda, el descalabro económico que la Covid ha originado en el país.
Ahora salta la liebre de que Puigdemont pidió ayuda a Putin para tratar de conseguir la independencia de Cataluña. ¡Qué valor! ¿Le ofrecería que la tierra de Pompeu i Fabra entrara a formar parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas? Valor y jeta tiene el menda para eso y para mucho más.
Y ahora un ejemplo: El primer ministro de Japón ha dimitido avergonzado por no haber podido contener el contagio del Covid entre los ciudadanos de su país. Eso en tauromaquia se llama vergüenza torera y, en cualquier país, dignidad y honestidad política.