Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


El pan de Azorín

22/10/2022

Siempre me interesó el Azorín de los primeros escritos -el Azorín ya tan clásico y manido y socorrido; bastaba con escarbar un poco para hallar la brasa del escritor casi violento y primario, de un anarquismo de antaño; como si en el Azorín consagrado siempre hubiere como un fragmento de necesidad y hambre. En uno de sus dietarios de fin de siglo se queja en no poder renovar el abono en el restaurante de la calle Montera. No cobra un céntimo del periódico («trabajo todas las noches hasta las dos de la madrugada; escribo un rimero de cuartillas...fondos, noticias, telegramas...y hasta arreglo las cartas de los correligionarios de provincias que protestan -sin gramática- contra tal o cual arbitrariedad administrativa») y se dispone a pasar la segunda quincena del mes de marzo a pan y agua. Puede creerse que el pan al que se refiere Azorín lo sea alegórico -todo escritor forzosamente ha estado a pan y vino- o quizá se limitase a dar la impresión de la queja por haber trabajado tantísimo -también común a los escritores de periódico- y por estipendio misérrimo. Azorín nos habla en 1897. El 11 de marzo sólo le quedaban tres duros y para el 12 se conjura en no gastar un céntimo en libros o periódicos; el 13 termina por claudicar y adquiere dos tomos («no sé lo que ha pasado por mi cabeza...me he ofuscado»). Le quedan cinco pesetas; come y cena 10 céntimos de pan. Se dice -y es pacífico- que Azorín pasó del anarquismo a don Juan de la Cierva en un salto olímpico. Y se decía -yo se lo escuchaba a Serna- que Azorín era escritor de frase corta -yo siempre le vi en la manera de poner las comas ese deje o rescoldo del primer tiempo violento. En mi despacho tengo una carta autógrafa de Azorín que envió a mi padre por asuntos literarios -ni siquiera hay comas; la letra se abaja y tácitamente parece no querer escribir ni leer ya nada. En la noche mojaba trozos de pan en un tazón de leche manchado de café. El 19 de marzo del 1897 escribe: «Continúo comiendo mis veinte céntimos de pan. Al principio he notado cierta sequedad en el estómago y en la cabeza; también me he encontrado más flexible, más vaporoso; casi no puedo escribir». Los domingos iba al Prado y se llamaba compañero de los mártires de Ribera. Ese pan fue siempre el pan de los escritores -plano, seco y malo.

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