Como tantas otras mujeres de sus generaciones, Vicenta Ruiz Soria y Dolores Fernández García no pudieron ir al colegio y les tocó empezar a trabajar en una edad en la que ahora resulta impensable. Por eso, a sus 89 y 88 años no han perdido la ilusión por seguir aprendiendo. Desde hace más de una década ambas son alumnas del Centro de Educación de Personas Adultas (CEPA) Los Llanos de Albacete y las dos recibirán, como premio a su esfuerzo, un homenaje en el Día de la Enseñanza, que la Consejería de Educación celebra este año en Ciudad Real, el próximo día 22.
Las dos coinciden en destacar que la experiencia como alumnos en este centro «ha sido buenísima» y que la recomiendan «sin dudarlo», deshaciéndose en elogios para su profesor, Feli.
Vicenta, que sale por unos minutos de clase para realizar la entrevista, recuerda, sin perder la sonrisa, que con muy pocos años tenía que ir a espigar y no podía acudir a clase. Y entre historias del campo, como cuando de su macuto le salió un lagarto «y no podía dejar de dar saltos», destaca que «como de pequeña no pude ir a la escuela, me apunté después para aprender a escribir». Se quedó viuda muy joven y tuvo que sacar adelante a sus hijos pero lo hizo con el espíritu trabajador que todavía hoy, casi a sus 90 años, le acompaña.
Con entusiasmo relata que los días que tiene clase -entran a las 16,00 horas- puede acudir a las mismas porque queda con sus compañeras de aula «que son muy agradables» y la recogen en casa a las 15,30 «para venir juntas al colegio». Al salir, también la acompañan y ello le facilita poder seguir aprendiendo contenidos de materias como Geografía o Matemáticas.
Bromea con que «me encanta escribir, aunque, a veces, hay palabras que escribo con «b» y resulta que son con «v» pero me corrigen, sonreímos y no pasa nada».
Tampoco fue fácil la infancia de Dolores Fernández, que recuerda que «fui una niña de la guerra, así que te puedes imaginar».
«Con siete años mi padre murió y teníamos que trabajar para por lo menos poder llevarnos algo a comer, que no era mucho», relata una emocionada Dolores, que detalla que ya no puede acudir a clase como le gustaría por las dificultades para moverse que va teniendo.
«Cuando me casé ya fue cuando pude empezar a hacer algo y me encantaba leer», expone Dolores, que exclama «porque afortunadamente yo sabía leer y escribir», consciente de que, lo que ahora parece básico en Educación, en aquellos años era casi un lujo.
Lamenta que «muy pronto mi marido enfermó y tuve que cuidarle a él, como antes a mi madre, además de cuidar de mi hija». Fue en 1992, cuando se quedó viuda, cuando empezó a acudir a talleres formativos. Primero, estuvo en un taller de la Universidad Popular, que impartía Miguel Picazo, en el que estudiaban los personajes de las calles de Albacete. «La Historia siempre me ha interesado mucho, Geografía también», destaca Dolores, que recuerda como, en ocasiones, su nieto la recogía de clase para que pudiese acudir a las mismas. «Aquí hemos aprendido mucho» dicen ambas, pero desde el centro destacan que han sido ellas quienes han dado «una lección de vida».