Epidemias y plagas

Elvira Valero de la Rosa
-

La pandemia que atravesamos nos hace reflexionar a la mayoría de los ciudadanos sobre las graves enfermedades que soportaron y superaron nuestros antecesores

Un plano de Albacete de 1767. - Foto: Archivo Histórico

L historia nos demuestra que la vida se repite. La pandemia que estamos atravesando nos ha hecho reflexionar a la mayoría de las personas sobre las graves enfermedades que soportaron y superaron nuestros antecesores. La mayoría de las veces con escasos o nulos medios para luchar contra la adversidad. Hasta el momento creíamos que el Estado del Bienestar nos tenía todo asegurado: la libertad, la subsistencia, la curación a nuestros males, la jubilación, el recreo, la cultura… Sin embargo, no es así, un corpúsculo microscópico nos ha mostrado la vulnerabilidad de nuestros pilares. 
Hace siglos, al igual que hoy en día, la enfermedad no avisaba. La peste, por ejemplo, se cernía sobre los pueblos de repente, sobre todo en invierno, y diezmaba la población, una población que quizá bien alimentada la hubiese superado, pero no era así. La vida era muy frágil. No estaba asegurada la cosecha, ni la comida, ni el remedio a la enfermedad. Por eso no es extraño que, ante el primer aviso de epidemia, el miedo se apoderara de las gentes y cualquier atisbo de caridad se suprimiera, siendo los pobres, menesterosos y vagabundos los primeros que sufrían los rigores preventivos. Todos eran expulsados del pueblo en carretas o puestos en los caminos so pena de cien azotes y penas de galeras, así ocurrió en Albacete en el año 1546 y en 1600. 

 

(Más información en edición impresa)