La trascendencia de un cultivo

Ana Martínez
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Mientras el río Júcar abre un sinfín de posibilidades para el turismo activo, el champiñón sigue como la principal fuente de riqueza de Villalgordo

Antonio Lozano y Teresa Picazo, junto al azud del río Júcar a su paso por el casco urbano de la localidad. - Foto: Arturo Pérez

Su primera agua bendita la recibió como Villargordo. Siglos después se le añadió el apellido: del Júcar, para distinguirlo de otras poblaciones tocayas. Hasta que en 1950, cuando contaba con unos 2.000 vecinos, se le llamó por fin Villalgordo del Júcar, tierras de Alarcón que quedaron incluidas en la corona de Castilla, hasta que en 1672 el rey Carlos II le concedió el privilegio de villa.

El mayor atractivo que tiene esta localidad de la comarca Mancha Júcar-Centro es, precisamente, el torrente que atraviesa su casco urbano y que le ha permitido configurar un parque, orgullo de los villalgordeños, en el que no solo se puede escuchar el sonido del agua y de sus ánades, sino también practicar algo de calistenia o elementos biosaludables que se disponen en uno de sus rincones.

Pero antes que profundizar en ello, Villalgordo ofrece un casco urbano con una Plaza Mayor en la que se encuentra la Casa Consistorial, donde los residentes acuden en busca de los servicios sociales o del centro de la mujer. En la esquina se localiza la única entidad bancaria que permanece en activo, Globalcaja, «y que no nos la quiten», advierte Teresa Picazo Martínez, villalgordeña de 67 años que vive en el pueblo «toda la vida» y que abandonó la escuela con apenas 14 años para trabajar en una fábrica de jaulas para pájaros.

Junto a la Plaza Mayor se encuentra la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, un templo que empezó a construirse en el siglo XVII y que consta de nave única, torre a los pies y un aspecto sólido. Cuenta con una torre rectificada que, según recuerda Teresa, «no convenció mucho, pero había que restaurarla porque estaba muy deteriorada». Para Antonio Lozano Ocaña, otro nativo del pueblo, lo más característico y valioso de la parroquia es la cruz que se encuentra en la fachada norte, que es «muy pequeña», así como un reloj de arena que también se puede observar esculpido en la piedra. De su interior, este villalgordeño resalta las imágenes de Jesús Nazareno y de la Dolorosa, después de que el templo contara con un retablo pintado que era «una maravilla», obra de un artista del pueblo, así como de un púlpito que «también desapareció».

Teresa dice que nunca ha echado en falta las grandes capitales ni ha necesitado salir del pueblo, porque Villalgordo ofrece todos los servicios básicos que una persona puede necesitar. Así, en infraestructuras públicas, la localidad cuenta con pabellón polideportivo, pista de padel, campo de fútbol tres, biblioteca, casa de la cultura y el colegio público San Roque con más de 60 alumnos. En el ámbito de los servicios privados, tiene supermercado, un bazar, dos panaderias y otras tantas carnicerías.

No obstante, y a pesar de todo este abanico de recursos públicos, Teresa se muestra convencida de que la obligación de «crear pueblo» es de todos los vecinos porque, de lo contrario, «estamos condenados a muerte» dado que los ayuntamientos «tienen poco dinero y hay que hacer muchas cosas». Entre ellas cita la apertura del centro de día que se habilitó en 2005 y todavía no se ha inaugurado como tal. «Queremos que el centro sea de estancias diurnas», reivindica esta vecina, que junto a Antonio explica que el centro está ubicado en la antigua Cámara Agraria que se vendió al Obispado, para crear un colegio convento que estuvo en activo hasta el año 1985. Posteriormente, el Obispado lo cedió al municipio de Villalgordo por un periodo de 25 años con la condición de crear una obra social. Solo así ampliaría esta concesión, de lo contrario, «recuperarán el solar».

Estancias diurnas. La lucha de la comunidad villalgordeña es que el Ayuntamiento y el Gobierno de Castilla-La Mancha lleguen a un acuerdo para abrir un centro de estancias diurnas para personas mayores, porque como centro de día ya funciona el Club de Jubilados, que acaba de iniciar cursos de envejecimiento activo. Además, en las instalaciones del supuesto centro de mayores ya se está ofertando el programa del Sepap-MejoraT, con la presencia de un fisioterapeuta y una psicóloga varias veces a la semana.

Al margen del Club de Jubilados, Teresa y Antonio forman, junto con otros residentes, un grupo de voluntarios de entre 65 y 75 años empeñado en «mover el pueblo» para que no pierda vida. Un grupo de amigas y amigos que, además de dinamizar la vida rural, se encarga de acompañar a las personas mayores que se encuentran solas.

El río Júcar es el que está dando vida a un pueblo que tiene una importante oferta de casas rurales, así como nuevas empresas que están emprendiendo en el sector de la multiaventura y ya ofrecen paseos con canoas y en bicicleta y diferentes rutas de senderismo, especialmente por las hoces del Batanejo, donde también se practica la escalada.

Porque el Júcar es «la vida del pueblo, su encanto, su mayor atractivo», afirma con rotundidad Antonio mientras pasea por el parque, punto de encuentro, reencuentros con los emigrados y de tertulia, donde Teresa se relaja con un libro en las tardes de invierno. La zona verde cuenta con un azud que el pueblo logró que vertiera agua, una buena colonia de patos y el parque del Rincón, cedido por la Confederación Hidrográfica del Júcar al Ayuntamiento, un espacio natural virgen que no tenía acceso, pero que se habilitó con bancos y papeleras para disfrutar de sus plantas autóctonas. 

Villalgordo del Júcar tiene por patrón a San Roque, el nombre del colegio público y de la calle en la que se concentra la mayoría de pubes, hasta tres, oferta hostelera que se completa con un restaurante, un café-bar con una antigua fonda que no está en servicio, una churrería y hasta El Rincón del Gourmet. 

Sus fiestas mayores se celebran sobre el 16 de agosto y en ellas cobra especial relevancia la Unión Musical La Lira, «la joya de la corona de Villalgordo», aseguran ambos vecinos, una banda que empezó a tocar a mediados de la década de los 80 y ha logrado una intensa educación musical entre la mayoría de sus vecinos: «Es raro el villalgordeño o villalgordeña que no está en la banda de música o haya pasado por ella», afirma Antonio, que no se olvida de nombrar al grupo de coros y danzas Aires del Júcar ni a la banda de cornetas y tambores El Júcar.

Calendario festivo. Su almanaque festivo se inicia el 17 de enero con San Antón y esas tres vueltas a la parroquia con los animales y una invitación popular con cuerva, testones y magdalenas. Otro momento muy especial para los oriundos es el encuentro que se celebra en la madrugada del Domingo de Resurrección de Semana Santa, cuando a la seis de la mañana los quintos del año correspondiente prende una luminaria y construyen un arco en la calle de San Roque.

Como buen pueblo agrícola, no puede faltar San Isidro, en cuya ermita de camino a Casasimarro se celebra su fiesta el 15 de mayo, como los transportistas conmemoran a San Cristóbal en julio, también en su ermita, con una misa y merienda popular en el parque. Previamente, el 22 de junio, se rinde homenaje a la patrona del pueblo con misa, procesión, ofrenda de flores y folclore.

Finalmente, del 13 al 17 de agosto, se celebra San Roque y San Roquillo, con un importante protagonismo de la Unión Musical La Lira, vaquillas que llenan el pueblo de gente, verbenas populares y encuentro de folclore.