Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


Cuando éramos gañanes

02/09/2022

Mi amigo Antonio García Muñoz, columnista de los lunes (de hecho, en la foto de su columna sale con cara de lunes), se subió al estribo de mi artículo de la semana pasada, en el que me despachaba a gusto contra las fiestas patronales, quienes las perpetran y quienes nos obligan a sufrirlas. En su columna, Antonio se muestra de acuerdo en que, en efecto, soy un cascarrabias redomado, amén de un malaleche. Con respecto a la «turbamulta de gañanes alcoholizados» que asola las calles durante estas celebraciones, mi amigo me recuerda la infinidad de ocasiones en que nosotros éramos los gañanes, aunque sobre esto tengo que disentir. Que yo recuerde, en su caso y en el mío la transformación no precisaba de excusas como el día de la patrona o la fiesta de los quintos. Es decir, éramos gañanes sin motivo y sin propósito, lo que considero una forma mucho más genuina de dejarse llevar por arrebatos y excesos. No sé si conocen a Antonio García Muñoz en persona. Probablemente no, porque tiene a gala ser un ciudadano casi secreto, sin redes sociales y sin más afán de notoriedad que su columna de los lunes. Hace años, una vez por semana, quedábamos él y yo en el Zero 18 para consumar nuestra metamorfosis gañanesca y poner a parir a la nómina completa de poetas de Albacete. Luego la vida nos distanció y a veces hasta me pregunto si de verdad aquellos encuentros tuvieron lugar o solamente he soñado con ellos. Es más, he llegado a cuestionarme si Antonio García Muñoz existe de verdad o no es más que la voz de mi conciencia en forma de tipo flaco y algo desaliñado con un cierto parecido a John Lennon. Cabe la posibilidad de que sus artículos los escriba yo mismo en una especie de estado sonámbulo. Los buenos salen los lunes con su firma. Los malos, los viernes con la mía, como este que acaban de leer ahora.