El timo electoral

J.F.R.P.
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«El mejor modo de evitar los engaños es informar previamente sobre los procedimientos que usan esos estafadores»

Recuento electoral - Foto: R.M.

Hemos sido testigos, los que han querido, de un espectáculo absolutamente lamentable mientras nos informaban sobre las elecciones presidenciales en el país más poderoso del mundo, donde presumen de un sistema democrático ejemplar. En cierto modo, es un consuelo para los que seguimos demandando más limpieza y resplandor en el modo de seleccionar a los representantes políticos españoles, quienes reciben en sus manos el futuro de nuestra vida y hacienda. Desgraciadamente, vistos los resultados, solemos comprobar cómo algunos se olvidan pronto de esa tremenda responsabilidad y se afanan en acaparar privilegios y prebendas con los que asegurar sus vidas y haciendas. 

También surgen sectarios empeñados en destruir todo lo que no consideran adecuado para sus fines ideológicos. Cuando se duda sobre la veracidad de un recuento en Chicago, por ejemplo, o se descubre el milagro de que los fallecidos han votado por correo, las alarmas sobre esa ceremonia sagrada del sufragio universal saltan con estrépito. El procedimiento culmina con la suma de votos válidos, otorgados por los ciudadanos a los que se consulta. La duda, en ocasiones, es no tener claro si se ha podido votar correctamente. Las artimañas para impedir esa libre concurrencia se interponen con demasiada frecuencia. 

Por los últimos años 60, o primeros 70, varios amigos colaboramos en las votaciones para elegir Procuradores en Cortes. No había, como era de esperar, confrontación ideológica, sin embargo, las papeletas de algunos candidatos eran tapadas por otras para conseguir ventajas. Después, cuando sí había contienda política, entregar papeletas a votantes sin criterio no ha dejado de ser recurrente, como manipular papeletas para resultar invalidadas. Pero el comienzo de la lucha electoral se produce antes, mucho antes, pues la propaganda partidista no deja de funcionar, prácticamente, desde que es elegido el gobierno. 

Y en la campaña previa, cuando los candidatos y sus seguidores abren el mercadillo tradicional, aparece la verdadera estrategia del timo electoral, que en el argot se llamaría de cuento largo, pues requiere tiempo y mucho relato para completarlo. He dedicado muchos años informando para tratar de prevenir sobre timos como el tocomocho, estampita, herencia, nazareno, accidente, familiar, goma del butano…, en fin, esa inmensa retahíla de ingenio que los delincuentes profesionales han ido incorporando al acervo cultural de esta picaresca hispana. 

El mejor modo de evitar los engaños es informar previamente sobre los procedimientos que usan esos estafadores. Casi siempre, el objetivo es lograr que sus víctimas entreguen dinero, objetos o documentos para conseguir beneficios. En sus diversos y elaborados trucos, el pillo simula ser torpe, desvalido, comerciante, profesional o experto en materias diversas. Jamás, como ahora, había sentido la necesidad de llamar la atención sobre el timo electoral, que cumple los requisitos exactos de una artimaña para lograr beneficios. Determinadas personas, perfectamente concertadas, ofertando condiciones falsas, logran la entrega de una papeleta de votación que les facilita lograr determinadas prebendas o privilegios, también financieros. Un delito de engaño para tipificar en las infracciones penales que atentan contra el patrimonio ajeno, defraudaciones palmarias que no se tuvieron en cuenta a la hora de redactar, aprobar y promulgar nuestro Código Penal, como tantos supuestos en el mundo comercial, empresarial y societario. Vacío legal que no es fruto del olvido, porque algunos timadores tendrían que dar explicaciones legales ante los juzgados sobre esos cuentos largos pergeñados para defraudar. 

Y para el engaño no hay reglas, se puede liar a la víctima con la palabra o escribiendo. Un programa electoral es un documento público, donde una parte se compromete a cumplir compromisos, como discursos o entrevistas. Delito habría si no hubo intención previa de cumplirlos, y por esas falsas promesas el mentiroso alcanzó su objetivo. Habría justificación en el caso de que circunstancias sobrevenidas impidieran responder a las esperanzas despertadas en quienes votaron engañados. 

No deberíamos aceptar de buen grado tantas falacias interpuestas en el debate público, donde los ciudadanos se juegan su futuro dejando vida, seguridad, intereses, sentimientos, integridad, derechos y expectativas en manos de personas, demasiadas veces desconocidas. Necesitamos recursos legales para erradicar de nuestra sociedad a tanto pícaro, experto en el timo electoral.