Unidad que no es tal

Pilar Cernuda
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PP y PSOE intentan apaciguar la falta de concordia dentro de sus filas con imágenes de afinidad y así evitar una posible fuga de votantes a otras formaciones en las elecciones regionales que se avecinan

Abrazo entre Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado tras la victoria de la primera en las elecciones de mayo en la Comunidad de Madrid. - Foto: EFE

El Gobierno presume de unidad a pesar del descosido que ha producido Alberto Garzón con sus declaraciones sobre la calidad de la carne española; el PP da por zanjada la crisis interna madrileña por las diferencias entre Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado por el congreso regional del partido y la intención de la presidenta de presentar su candidatura. 

Las aguas se han calmado un poco, solo un poco, por la convocatoria de las elecciones de Castilla y León, adelantadas por Alfonso Fernández Mañueco ante el temor de que PSOE y Ciudadanos le presentaran una moción de censura. Pero que las aguas se hayan calmado un poco no significa que no vuelvan a estar revueltas en cuanto pase el 13 de febrero, a no ser que Juanma Moreno decida adelantar también las andaluzas y convenga a los dos partidos hacer como que todo va bien. Porque lo cierto, lo indiscutible, es que la tan proclamada unidad no es tal, y a poco que se rasque un poco en la superficie aparecen los celos, las rivalidades, la desconfianza y las confesiones más o menos veladas sobre la necesidad de tomar decisiones que neutralicen a quienes han provocado las crisis aún no resueltas.

Empecemos por el principal partido de la oposición, el PP, cuyo presidente es perfectamente consciente de que necesita transmitir que esa pacificación es real si pretende convertirse en el próximo presidente de Gobierno. Su problema se llama Isabel Díaz Ayuso, a la que catapultó hacia la primera fila del partido al designarla candidata a la Comunidad de Madrid contra viento y marea. Nadie consideraba acertada esa decisión. Ayuso no desaprovechó la oportunidad, aprendió lo que no sabía, se rodeó de un buen equipo gestor, asumió la defensa de los derechos de los madrileños como una prioridad desafiando incluso al Gobierno central y, cuando convocó elecciones anticipadas con carácter de urgencia porque le iban a presentar una moción de censura, arrasó.

Literalmente arrasó, y provocó recelos en la cúpula de su partido, concretamente en aquellos que la habían aupado, Pablo Casado y Teodoro García Egea. Porque los restantes miembros de la dirección nacional, y los barones regionales, han asistido atónitos a la confrontación entre Génova y Sol.

Desde entonces no han cambiado mucho las cosas, solo en la superficie. Días atrás se vendió como acercamiento de Egea y Ayuso que acudieron juntos al desayuno informativo de Mañueco en Madrid. Falso. Cuando Ayuso iba a entrar en el Ritz se encontró con Egea, y entró con él pasando por delante de las cámaras apostadas en la puerta del hotel. ¿Fue encuentro casual o buscado por Egea?  

Ayuso, Egea y Casado coincidirán en la campaña electoral de Castilla y León, también en el congreso del PP regional que se celebrará el próximo fin de semana, y después… No se sabe.

En las próximas semanas veremos caritas entre Casado y Ayuso e incluso entre Egea y Ayuso, porque es imprescindible transmitir la imagen de unidad, el PP ha bajado de dos a tres puntos en la mayoría de los sondeos desde que se visualizaron las discrepancias de la presidenta madrileña con la dirección nacional. O mejor dicho, con Casado y Egea, porque en honor de la verdad hay que indicar que la mayoría de los miembros de la dirección nacional admiten abiertamente que Casado se equivoca al enfrentarse a Ayuso, y así se lo han traslado al presidente... que no ha hecho caso a las sugerencias de que siente las bases para que haya paz y cierre ese capítulo amargo que no trae nada bueno al PP.

Mientras eso sucede en el PP, en el Gobierno el caso Garzón ha hecho aún más evidente que la unidad es una entelequia. Hay tensiones entre los miembros de Podemos entre sí, entre los miembros de Podemos y los del PSOE, e incluso diferencias de criterio entre miembros del PSOE.

En Podemos, las relaciones entre Yolanda Díaz y el dúo Belarra-Montero son corteses, punto. Y algo más que corteses con Alberto Garzón, puesto que pertenecen los dos a IU; pero las declaraciones de la vicepresidenta en apoyo del ministro de Comercio han sido convencionales, sin una sola concesión al entusiasmo. Mientras que en las filas socialistas se han sucedido las declaraciones contrarias a Garzón, por lo que dijo y porque demuestran su escasa capacitación para pertenecer a ningún Gobierno. No sabe que su primera responsabilidad es defender los intereses de España. No le ha apoyado ni el presidente del Ejecutivo.

 

Un Sánchez incapaz

El clamor generalizado para que Sánchez cese a Garzón ha demostrado también su escasa capacidad de maniobra: ha asumido que no tiene ningún poder sobre los ministros de Podemos, aunque un presidente de Gobierno siempre tiene forma de meter en cintura a sus socios de coalición ante situaciones extremas. Tan extremas que en la semana transcurrida desde las malhadadas declaraciones de Garzón a The Guardian la estimación de voto del PSOE en CyL ha descendido dos puntos según las encuestas, Sánchez ha sido recibido con abucheos en Palencia y ha obligado a que se replantee la campaña electoral socialista. El presidente participará en el mitin de cierre, y quizá en alguno más, pero sin excesiva presencia. Sus asesores le han advertido que el PSOE no tiene ninguna posibilidad de ganar, y le aconsejan que no se implique excesivamente en la campaña para no convertirse en figura corresponsable del fracaso.

Ha hablado con Yolanda Díaz sobre el caso Garzón, pero no le ha planteado la necesidad del cese, probablemente porque sabía que, de hacerlo, la vicepresidenta se negaría y además podría trascender que se lo había pedido y se había negado, dejando en mal lugar a Sánchez como presidente. Sí ha hecho un encargo a Yolanda Díaz, que coopere en las negociaciones con los independentistas y con Bildu para que apoyen la reforma laboral para sacarla adelante sin necesidad de aceptar la propuesta de Ciudadanos, que se ha ofrecido a prestarle su apoyo  a cambio de que rompa con los independentistas y Bildu, lo que Sánchez no quiere porque Podemos no quiere.

Son momentos complicados para los dos partidos mayoritarios. No se encuentra ninguno de los dos en la mejor de las situaciones, tampoco ninguno de los dos consiguen atraer el voto de Ciudadanos, partido al que dan por desaparecido en combate pero que aún tiene aliento, y el desencanto de los votantes tradicionales de PSOE y PP está provocando la huida hacia Vox y hacia la abstención.

Tanto a Sánchez como a Casado les va la vida en el resultado de Castilla y León, y en ese sentido el presidente del PP se encuentra en mejores condiciones que el PSOE. Pero los dos partidos tienen el mismo problema: votantes defraudados, peleas internas y unidad presunta.