Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


La farmacéutica de Carcelén

29/10/2021

Hace unas semanas se celebró el Día de la Mujer Rural y, aunque con retraso, quiero dedicar esta columna a una de las galardonadas. Se trata de Paloma García, una joven licenciada que hace tres años tuvo la valentía de comprar la farmacia de Carcelén y se convirtió en una valiosísima aportación para ese lugar que tanto significa para mí. Mi tía Gloria, una de las hermanas de mi madre, fue destinada como maestra a Carcelén y fue allí donde se casó y tuvo a sus hijos. Yo mismo, con los años, me construí una casa en el pueblo, donde me encontrarán verano tras verano, dedicado a mis asuntos literarios y contemplativos, y ataviado a lo Robinson Crusoe. Carcelén no es tan conocido como otras poblaciones de La Manchuela, pero reúne grandes cualidades por su hermoso entorno natural y por lo peculiar de su trazado. Fue construido entre dos mesetas o «muelas» (Peña Negra y Peña Blanca) y se interna en lo que allí se denomina «el Vallejo», lo que le da la forma de un gran embudo. Las calles principales confluyen en una zona de ocio y reunión denominada la Fuente de los Pimenteros, la auténtica plaza mayor del pueblo. Y más allá el caminante tiene a su disposición kilómetros y kilómetros de caminos y sendas, de naturaleza y silencio. El pueblo es grande, aunque no su población, que apenas supera los 500 habitantes. Sin embargo, muchos hijos de la emigración mantienen en pie la casa paterna y regresan en verano, o envían a sus hijos con los abuelos para que no pierdan las raíces familiares. Carcelén está pidiendo a gritos sangre joven y nuevos arraigos. En un lugar como este, el entusiasmo y el trabajo de Paloma García Villena, una mujer emprendedora y entregada al servicio de sus vecinos, es casi un milagro, una luz de esperanza en el paisaje crepuscular de esa España interior que parece condenada a desaparecer en el olvido.