El medievalista Juan Victorio se pasa a la pintura

Emilio Martínez
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El minayense recién jubilado, admirador de Benjamín Palencia, expondrá este año en la Casa Regional

Juan Victorio Martínez, durante la lectura de un texto. - Foto: Carlos Paverito

El sentido del humor que le ha acompañado a lo largo de su prestigiosa trayectoria profesional, además de en la personal, sigue presente y lo seguirá «per omnia saecula saeculorum», cual indica. Por ejemplo, aplicado a su reciente actividad como pintor, una vez que se jubiló de sus tareas de profesor universitario. «Me dedico a pintar desde el día que mi mujer me espetó con un 'tú aquí no pintas 'ná', y yo le contesté de inmediato 'ahora verás'», cuenta Juan Victorio Martínez, al que no le falta sentido del humor. Luego, ya en serio, añade que siempre, desde sus tiempos escolares en su pueblo de Minaya, no sólo sacaba buenas notas únicamente en dibujo, sino que además disfrutaba mucho de esa asignatura. Aunque su vocación era mayor en los temas literarios e históricos, a los que se dedicaría profesionalmente en su calidad de profesor universitario no sólo en España. Sin olvidar sus magníficas labores y aportaciones como semántico, investigador y traductor, habiendo sido el primer ganador en este último campo del prestigioso Premio Stendhal.

Sin dejar estas dos últimas ocupaciones aunque con menor dedicación a ambas, ahora ya jubilado en la enseñanza desde hace un par de años, se ha volcado en reverdecer su amor por la pintura no únicamente copiando cuadros ajenos más o menos famosos como ya hacía de chaval. Porque ahora, «tras probar a ver qué salía», sostiene, con un balance positivo, pues pronto se convenció de  que era capaz solo con sus creaciones, máxime cuando comprobó que a sus amigos también le gustaban sus cuadros y le animaron a seguir. Es más, no le importa añadir que incluso cuando va a algunas exposiciones se da cuenta de que sus cuadros «no tienen nada o casi nada que envidiar».

Lo que arguye que no es una pedantería chulesca, porque las alterna con sus actividades de siempre de investigación, traducción, literatura e historia, sobre todo estas dos últimas, que son muy hermanas, que le ayudan mucho para la parte más lírica de sus cuadros que es una de sus características. Eso sí, tiene claro que nunca llegará al nivel de dos de sus pintores favoritos, además paisanos de provincia como el barrajeño universal Benjamín Palencia, fundador y creador de la Escuela de Vallecas, y el rodense Antonio Carrilero. Aunque como ellos, la mayoría de sus paisajes son puramente manchegos -«la región más cromática para ello», apunta- y a los que Juan les añade un significado más lírico.

Si se le pide que precise algo más esa puntualización de la parte lírica de sus obras, lo hace centrándose primero en sus estudios sobre ese subgénero poético que tanto conoce y del que tanto ha escrito. «Son mi inspiración, porque en ellos he dejado constancia en multitud de ocasiones, que van más allá del lirismo, pues expresan diferentes estados de ánimo». Por ejemplo, «el famoso pino verde de la conocidísima canción popular Anda jaleo, recogida por Federico García Lorca, es una referencia a la juventud; o el mar, que siempre representa un deseo inmenso».

Y, por si a alguien le interesa, presume de tener escrita una conferencia sobre este tema, que, según él, «ya ha aguantado mucha gente, ja ja». Pero que está dispuesto a repetir, cual es muy posible que forme parte de la programación del segundo trimestre de la Asociación Cultural Albacete en Madrid, de la que además de ser miembro desde hace años no se pierde ninguno de sus actos. Precisamente este grupo de la diáspora tiene su sede en la Casa de Castilla-La Mancha -donde ya ha protagonizado algunas otras charlas sobre historia, centrada en su especialidad que es la Edad Media- y la entidad regional también le va a ofrecer a lo largo de este año su sala de exposiciones para una muestra. «Lo cierto es que nunca pensé exponer, me bastaba con crear mis cuadros y que los vieran mis amigos. Pero ahora hasta me ilusiona esta oferta que, por supuesto, voy a aceptar».

Aunque actualmente, y más con el compromiso de esta futura muestra, la mayor parte de su tiempo lo pasa en su estudio dándole a los pinceles, no ha dejado el resto de sus actividades relacionadas con lo que fue su vocación y profesión. Eso sí, siempre con sus dos máximas filosóficas: la  de que en la bici si no pedaleas, te caes, y la que más le gusta y raro es que no la aconseje a quien le habla de su futuro inmediato, la que sirvió de título a la legendaria película de su admiradísimo José Luis Cuerda. Por supuesto, la de que amanece, que no es poco.

Por este inacabado y parece que eterno impulso creativo se encuentra enfrascado en varias cosas, de las que él destaca un nuevo libro sobre la Edad Media -«una época muy lúdica cuyas características nada tienen que ver con el oscurantismo que nos han contado», defiende- en el que junto a una especie de resumen y recopilación de los editados con anterioridad va a añadir nuevos asuntos y textos en apoyo de su tesis, para lo que va a aportar aportando «nuevos e irrebatibles datos», cual indica, sobre todo relativos a las costumbres amorosas de entonces.

La biblia en verso. Pero lo más novedoso y llamativo de sus trabajos son las series de breves creaciones cortas  -algunas pueden leerse ya en la página de internet Poémame y quizás pronto sean un libro- con un título bien ocurrente, La Biblia en verso, en las que pone en solfa «la serie de mentiras» que, en su opinión, forman este libro, por supuesto con enorme carga humorística, que fácilmente podría ser catalogada por los creyentes como irreverente.  

«Es verdad que puede calificarse así, sobre todo los creyentes -o más bien crédulos-. Pero, como investigador, no como hereje, creí necesario bromear para que la gente, a la que se llega mejor a través del humor, pensara. Así, si alguien cree que un tal Jonás fue engullido durante unos días por una ballena y después salió de ella...». Claro que no es distinto lo que ocurre con nuestra historia, y expone sólo un ejemplo: «Creer que El Cid ganó una batalla después de muerto, o que el apóstol Santiago se aparecía en las batallas contra los moros, que estuvieron aquí ocho siglos...». Además, el minayense presume de que su muy devota suegra le dio una referencia que le ha servido mucho: «Sermón que a los tres minutos no ha movido el corazón, mueve el culo». 

En un breve resumen, Juan es un ingenioso hidalgo, cual le llamaban en las universidades belgas como en las francesas, en las que fue profesor, por su nacimiento en La Mancha, del que presumía, y por su estatura. Siendo menester destacar que, además de una novela histórica, Alfonso XI el Justiciero, es el único europeo en su especialidad que ha publicado todos los textos épicos del Medievo.