La Casa Regional celebra un homenaje crítico a la Constitución

Emilio Martínez
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El acto contó con la viceconsejera de Relaciones Institucionales del Gobierno regional, Margarita Vázquez

De izda. a dcha., Juan Gómez, José Manuel Vera y José Fernando Sánchez. - Foto: Francisca Vera

La Constitución española de 1978 repitió el acto de homenaje que ya tuvo el pasado año, también por estas fechas, en la Casa de Castilla-La Mancha de Madrid, en el que no escaparon algunas críticas por parte del catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Rey Juan Carlos, José Manuel Vera Santos, uno de los mejores especialistas de nuestro país en la Carta Magna de 1978, sobre la que ha escrito diversos libros y gran número de ensayos y artículos. Él, por supuesto, se proclamó sin ambages un defensor de la Constitución pero en una visión no exenta de críticas razonables y razonadas, adelantando que a veces es políticamente incorrecto. Con el salón de actos abarrotado de socios de la entidad y público, no faltó la asistencia de políticos madrileños y castellano-manchegos, entre ellos la viceconsejera de Relaciones Institucionales de la Junta, Margarita Sánchez Fernández.

A ella se dirigió de manera destacada el máximo mandatario de la Casa, José Fernando Sánchez Ruiz, cuando agradeció su  presencia, así como la del resto de profesionales de la política, intelectuales, artistas, economistas, comunicadores y otros personajes importantes -con una fuerte representación de albaceteños de la diáspora madrileña como el periodista José Hervás, el actor y dramaturgo Julián Valcárcel, el historiador Juan Victorio Martínez, la gastrónoma y empresaria Ana Lorente y el fotógrafo Carlos García, entre otros. Los cuatro mencionados, al igual que en la edición de 2021 de este tributo, se habían apuntado a leer los artículos del Título I referidos a la Organización del Estado.  

Por último, antes de dar paso al conferenciante, el presidente de la entidad destacó que también estaban entre los presentes varios directivos de diversas Casas Regionales de otras autonomías, «lo que creo es un orgullo para la nuestra que, en este aspecto, marca el paso». Y finalizó explicando que el evento iba a ser muy sencillo: «Porque se trata básicamente de una sesión de corte académico con una disertación del prestigioso catedrático de Derecho Constitucional que nos acompaña y es todo un lujo». 

Este fue presentado de inmediato por otro de los directivos de la Casa, el castellano-manchego ciudadrealeño y vocal de cultura Juan Gómez Castañeda, catedrático emérito de Economía en la Universidad Complutense. Dijo que si contaba todo el brillante currículum de Vera Santos -«con un enorme prestigio hasta el punto de que es difícil encontrar alguien más puesto que este también ciudadrealeño», precisó- se iba todo el tiempo previsto, por lo que resumió contando las tres décadas largas en la enseñanza, sus 14 libros y multitud de condecoraciones y premios. 

Ya de inicio el conferenciante, con su sentido del humor, captó la atención, al preguntar a los asistentes si sabían para qué sirven en todos lados las Constituciones: «Pues para que no se imponga John Wayne; o sea, el más fuerte». Son leyes que conforman el marco para la convivencia social en los países democráticos, porque en las dictaduras o no existen o quien las imponen son los autócratas del poder. Y la nuestra, con su mayoría de virtudes y algunos defectos, es más que válida, aunque se trate de un corta y pega de las de los países occidentales, que ya las tenían tiempo atrás y funcionan muy bien.  

Añadió que fue un mérito que en la Transición, «tan denostada de manera injusta por algunos ahora», se pusieran de acuerdo los que habían defendido y participado el régimen franquista con los que habían luchado contra él y buscaban un cambio: «Fue casi un milagro que ojalá se diera en la actualidad». Agregó que, además, la Constitución, a diferencia de todas las anteriores que hemos tenido, incluyendo la tan alabada de 1812, conocida como La Pepa, tuvo su refrendo por el pueblo, dándole así la mayor legalidad.

De manera tan compulsiva como didáctica fue repasando y valorando positivamente la mayoría de los Títulos que contiene, desde el fundamental, el I, que recoge los derechos y deberes de los ciudadanos incluyendo la participación directa por medio de los votos a los partidos políticos; al II sobre la forma de Estado de un régimen de monarquía parlamentaria, que hay quien dice interesada y maliciosamente que no se votó. «Claro que se votó junto a todo lo demás en el referéndum, como en la forma de Organización Territorial del Estado, en el Título VIII,  con la posibilidad de las comunidades autónomas, que no eran obligatorias y, a través de sus políticos llegó la envidia del café para todos y cada una ha cambiado con respecto a las demás algo tan importante como la Sanidad, la Educación y la Policía». Tres asuntos en los que criticó a nuestra Carta Magna, porque rompen la igualdad de derechos entre  todos los españoles, «tres aspectos básicos que deberían ser competencia única del Estado, como ocurre en la mayoría de los países de nuestro entorno, a los que  sí deberíamos haber copiado».

Los nazionalistas. Igualmente quiso dejar muy claro que este es un fallo de la Ley que ha dado alas a los nazionalistas -«que yo siempre escribo con z y luego los periódicos me lo corrigen», precisó de nuevo con punzante humor- y sus partidos, que tanto a los Gobiernos del PSOE como a los del PP les han impuesto sus condiciones ventajosas para sus respectivos ciudadanos.  Tampoco le gustan nada otras cuestiones de la Constitución como que no se hayan desarrollado a fondo los artículos referidos al derecho a una vivienda digna, que todos tenemos pero no puntualiza cómo -«aunque, ojo, no habla de derecho a la propiedad de la misma», volvió a precisar- o al medio ambiente, tan de moda, o a la elección del Consejo del Poder Judicial, más de actualidad con su retraso actual y el bochornoso espectáculo que están dando los políticos.  

Un bochorno tan antiguo como la propia Ley Fundamental, que en esto sí acertó pero que ni se ha cumplido ni se cumplirá: porque en ella se dice que se impide el mandato imperativo de congresistas y senadores; o sea que no están sometidos a lo que manden desde las cúpulas de sus respectivos partidos, «sino textualmente al interés general». Pero, claro, salvo contadísimas ocasiones y en temas menores, ninguno de ellos tiene valor para hacerlo: «¿Será porque entonces no repiten en las listas para las siguientes elecciones y se acaba su trayectoria política a la que tanto se aferran? Ustedes qué piensan».   

Finalmente, antes de una cerradísima ovación para su entretenida conferencia, no se escaparon los ciudadanos de las críticas del catedrático, porque a veces les falta responsabilidad y solidaridad, «por ejemplo, volviendo a votar a políticos corruptos». Porque estima que, como ya escribió en La rebelión de las masas Ortega y Gasset, «sigue ocurriendo que a esas masas de ciudadanos sólo les preocupa su bienestar particular y no lo que necesita la sociedad en la que viven».