Editorial

Vox vuelve a mandar una moción al naufragio con otro capitán a bordo

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Parece que por fin se ha deshojado la margarita, y Vox registrará el próximo lunes 27 de febrero la tan anunciada moción de censura contra el gobierno de Pedro Sánchez, de nuevo. Ya lo intentó Santiago Abascal en octubre de 2020, cuando no cosechó nada más que los apoyos de su formación, 52 votos. Muy lejos de los 176 necesarios para que saliera adelante. Y parece que en esta ocasión pretende hacer naufragar un nuevo barco, esta vez con un capitán «independiente» que por fin, tras mucho meditar, ha dicho que sí. Será el economista Ramón Tamames, ex militante del PCE con 89 años, quien lidere esa moción abocada de nuevo al naufragio, ya que ni PP ni Ciudadanos se han mostrado favorables a apoyarla. Por supuesto ninguno más de los otros componentes del Congreso de los Diputados.

Una cosa es hacer el paripé, por contentar al electorado, y otra muy distinta es hacer el ridículo, intentando encarar un pulso que se sabe perdido de antemano. Por muchos que sean los motivos que inviten a cuestionar la continuidad de un gobierno sostenido con muletas poco fiables, como nacionalistas o independentistas movidos por su propio interés, y muy alejado del interés general –lo vimos con el gesto con la bandera de España de la portavoz de Junts en el Congreso, Miriam Nogueras–, no tiene mucho sentido presentar esta moción de censura a menos de un año de unas elecciones generales. Es verdad que el compromiso adquirido por Abascal y Tamames obligaba a, de salir adelante, convocar elecciones de inmediato. De ahí el perfil «independiente» del economista. Pero este movimiento no se entiende si no es fijando el horizonte un poco más cerca, en las elecciones autonómicas del 28 de mayo, donde los ecos de esta moción aún pueden resonar con cierta presencia en plazas en las que los de Abascal pueden ser más fuertes.

Es verdad que está la polémica con la ley del 'solo sí es sí', en la que el socio minoritario del Gobierno, Podemos, se ha enrocado para no tener que reconocer un error de bulto que se ha convertido en clamor social. Es verdad que está el fiasco de los trenes en Renfe, que se ha intentado resolver con ceses de alto calado, pero que no evitarán que un servicio comprometido desde hace tiempo se dilate por lo menos otros tres años. Es verdad que las relaciones entre el PSOE y el PP no pasan por sus mejores momentos, ni aún padeciendo los ciudadanos los efectos más indeseados de la crisis de precios, los productores por el incremento de los costes, o las empresas por la mengua de sus márgenes.

Todo eso es verdad, pero una moción de censura, promovida por una séptima parte de la Cámara Baja, sin más apoyos que sus 52 diputados, y por mucho que hayan convencido a una histórica figura de relevancia nacional para encabezarla, no deja de ser una maniobra de distracción que, y eso es lo bueno, volverá a poner el foco en la política, el diálogo y los acuerdos para salvar los obstáculos.