Óscar Dejuán

Óscar Dejuán


Democracia y demagogia

13/12/2021

A finales de noviembre el Papa Francisco realizó una visita apostólica a Chipre y Grecia. Allí, en la cuna de la democracia, denunció el deterioro de las instituciones democráticas, las ambiciones y formas de actuación de los políticos, y el distanciamiento de la ciudadanía de los asuntos públicos. 
Cuatro siglos antes de Cristo, Aristóteles admitió tres maneras legítimas de gobierno: la monarquía, la aristocracia (gobierno de los mejores) y la democracia (gobierno directo del pueblo). Desgraciadamente, concluyó Aristóteles, las más de las veces estos regímenes degeneran en tiranía, oligarquía (gobierno de los privilegiados) y demagogia (manipulación del pueblo por un grupo de embaucadores).
La realidad de las democracias representativas del siglo XXI es una mezcla de democracia demagógica y oligarquía-partitocracia. El poder ya no está en el pueblo sino en los partidos cuya estrategia dominante consiste en llegar al poder, perpetuarse en el poder y aumentar el poder, esto es, la capacidad de controlar las vidas ajenas.
Dada la mentalidad dominante en la sociedad actual y en la clase política, veo difícil romper este círculo vicioso. Casi que me conformo con una democracia de mínimos. Elecciones libres basadas en un sistema estrictamente proporcional, independencia del poder judicial y limitación constitucional del ámbito de acción de los políticos. En la Constitución se regularían las instituciones básicas del Estado, que solo podrían reformarse siguiendo los cauces constitucionales. También los derechos fundamentales que emanan de la dignidad del ser humano: derecho a la vida, igualdad, libertad, propiedad privada, libertad de empresa… 
No ignoro que los vientos de la historia parecen soplar en otra dirección. Confío que girarán antes de que el deterioro de la convivencia resulte insoportable.