Julián Valcárcel concluyó una película

Emilio Martínez
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El actor y abogado se queja de la mala situación de la Justicia que perjudica a la gente sin recursos

El actor y abogado albacetense, Julián Valcárcel Carbonell. - Foto: © lolasartphoto

Cómo se puede querer a dos mujeres a la vez y no estar loco. Haciendo un remedo a la valiente canción de Machín, que increíblemente se tragó la censura franquista, si cambiamos la palabra mujeres por pasión nos acercamos a la doble actividad profesional y vocacional –o vocacional y profesional, que tanto monta- de uno de los actores paisanos de mayor peso. Sí, porque Julián Valcárcel Carbonell, además de su condición de intelectual de vasta cultura, lleva compartiendo de manera compulsiva varios lustros su tiempo en ambos campos –»el de la abogacía más alimenticio», como siempre afirma con su sentido del humor muy de la tierra. Y, a costa de sacar horas donde no las hay, y con la ayuda de los compañeros del despacho que lleva su nombre,  el albaceteño está viviendo una buena etapa de intérprete. Ya que recién concluida una película dirigida por Carlota Pereda, ya está en las primeras tomas y ensayos de otra nada menos que con el consagrado Alberto Rodríguez.

Con respecto a la de Pereda, titulada Cerdita, el actor explica que es la ampliación del corto de idéntico nombre  que fue ganador del Goya al mejor de ficción en 2019 y ha recibido premios por todos los festivales nacionales e internacionales por los que ha pasado. «Hemos estado rodando en la bella comarca cacereña de La Vera y ha sido un auténtico lujo trabajar a las órdenes de esta directora y guionista, con una amplio historial también en televisión, rodeado de un equipo excelente y unos grandes compañeros», entre los que estaban, además de la genial Laura Galán, protagonista de ambos films, Carmen Machi, Richard Holmes, Pilar Castro, Claudia Salas, Irene Ferreiro y Camille Aguilar. 

Inmediatamente después a concluir este rodaje, Valcárcel se ha metido ya en otro trabajo cinematográfico, en este caso con el famoso y premiadísimo Alberto Rodríguez, con el que el albaceteño tenía muchas ganas de trabajar –«y se ha decidido a confiarme un papel; él sabrá lo que ha hecho, ja, ja», precisa – y que dirigió filmes de enorme éxito que ya están en la historia del cine español como Grupo 7, El hombre de las mil caras y La isla mínima, ganadora de diez Goyas. El nuevo proyecto del director sevillano va a titularse Modelo 77 y Valcárcel se extiende sobre el mismo. «Es un largometraje que reconstruye los últimos años de la década de los 70, cuando la situación política y carcelaria en España dio lugar al nacimiento de la Coordinadora de Presos en Lucha, la famosa COPEL, y al concepto –entonces novedoso- de presos sociales, una categoría que se quería distinta a la de comunes y políticos, protagonizando diversos motines en centros penitenciarios de toda España y sumándose al movimiento a favor de la amnistía de entonces».

Otros dos destacados intérpretes de cine y televisión, Miguel Herrán y Javier Gutiérrez, serán compañeros de Valcárcel, quien guarda en la recámara otra bala cinematográfica importantísima pero de la que no puede adelantar nada hasta que le den permiso para ello. Se trata de su participación también en un nuevo proyecto que consistirá en una adaptación al cine de la novela de un miembro de la Real Academia de la Lengua, que ya cuenta con varios actores de talla internacional. 

Una superproducción que se va a rodar en inglés, un idioma que Valcárcel domina –«mucho más que Aznar, Zapatero y Rajoy,  lo que no tiene mucho mérito», cual vuelve a cargar con humor- desde sus ya lejanos tiempos de estudiante de Bachiller como pionero español y de Albacete en Estados Unidos, concretamente en Pensilvania, con una beca Philip Morris. También en teatro, tras dos temporadas en la cartelera madrileña protagonizando junto a Fernando Ascaso, La venganza del señor Pellicer, de Martín Garrido Ramis, el intérprete volverá en fecha sin concretar con Marlene, otra obra de idéntico autor.

Volviendo a la película de Alberto Rodríguez, da la casualidad que Valcárcel interpretará a un abogado muy diferente al real suyo en su despacho madrileño. Pero que le sirve para valorar esta su vocación y profesión alimenticia, que opina no pasa por buenos momentos. Y así lo argumenta: «En la vida real cada vez es más incómodo, difícil, y costoso conseguir la tutela de la administración de Justicia.  Especialmente para quienes no disponen de medios económicos. Los turnos de oficio –al menos en las grandes capitales- están mal organizados y peor pagados, y adolecen de lo que se ha convertido en un auténtico problema con todos los servicios profesionales: la mercantilización».

Agrega que  por la desregulación, que inició Aznar y han mantenido sus sucesores, en todos los servicios que prestan los profesionales y especialmente de los relacionados con la Justicia ha causado unas consecuencias nefastas, redundando siempre en perjuicio de los justiciables el deterioro cada vez más evidente del servicio público de la administración de Justicia. «En general todas las personas que utilizan ese servicio se han visto perjudicadas, pero especialmente los que menos recursos tienen. Cada vez se dedica menos tiempo a analizar los procedimientos en los Juzgados, y cada vez es necesario tomar más  asuntos para poder mantener abiertos los despachos, con las consecuencias imaginables y que soportan los de siempre».

Contra el indulto. Ya metido en faena, una palabra que le encanta al albaceteño por sus consonancias taurinas para un aficionado como él amante de la Fiesta –«de la que no me avergüenzo, sino todo lo contrario, y cada día presumo más de esta catadura», deja claro-, a un hombre tan metido y embebido por la realidad social y política parece justo y necesario inquirirle, a nivel de jurista y personal, su opinión sobre los polémicos indultos del procés. Y en principio apunta que el terreno es complejo por las dos posiciones de inicio jurídicas y políticas absolutamente contrapuestas entre soberanistas y constitucionalistas.

«En el caso concreto del reto que el independentismo catalán le plantea al resto de  España no puede significar que tengamos que hacer constantes esfuerzos, o maniobras, para aproximarnos a la postura de quienes opinan lo contrario que nosotros, sino recordar que virtudes políticas tan nobles como la concordia y el perdón, que tradicionalmente se expresan en las medidas de gracia, no son posibles si no concurre en quienes son perdonados un arrepentimiento sincero».

De ahí que concrete que el modo en que se han concedido estos indultos, usando de la misericordia con quienes no lamentan haber cometido una «terrible injusticia», convierte automáticamente a quienes los han promovido y aprobado en radicalmente injustos, «porque quienes no se han arrepentido, sino que han proclamado su voluntad expresa de incurrir en idénticos delitos a aquellos cuyas penas se les han condonado, no merecen ese tipo de perdón».