Antonio García

Antonio García


Susana Estrada

21/11/2022

El reguetonero Rauw Alejandro ha devuelto a la actualidad a Susana Estrada, quien ya había sido víctima hace un año de un documental expurgatorio. La vertiente musical de Estrada no era tan conocida como la de pornoactriz todo terreno, quizá porque no le acompañaba la voz, entre arrastrada y gangosa, pero se adelantó a Madonna en sus coreografías rodeadas de maromos y en la procacidad de unas letras que son las que ha recuperado el cantante puertorriqueño por vía de sampleo. La reivindicación actual de la stripteusse, pionera de tantas cosas, contrasta con la mala fama y persecuciones que padeció en sus años de poderío. No era bien vista por nadie en aquella sociedad casposa de los 70, ni por el Gobierno, ni por la Iglesia ni por el incipiente feminismo, y mucho menos por nuestras madres y hermanas quienes no bien asomaba por televisión la diagnosticaban con el membrete de guarra. Las sutilezas desde luego no iban con ella y anduvo más cerca de la pornografía que del erotismo de las diosas del destape (término acuñado por Ángel Casas, muerto hace unas semanas), una pornografía de combate con el mensaje subcutáneo de que al país estaba necesitado de una renovación integral, como sus desnudos, no solo política. Alternando espectáculos de escándalo con consultorios sexuales en Play Lady, más una incursión en la literatura, Sexo húmedo (que dejaba chiquitas las finezas de Linda Lovelace), el momento de gloria que la ascendió a icono tuvo lugar cuando, durante la entrega de unos premios, se le salió una teta ante la mirada inquisitiva de Tierno Galván, y esa imagen resultó más definidora de una transición pacífica que los pactos de la Moncloa.