Los inteligentes miran la luna, los necios el dedo que la señala. Lo inteligente sería analizar qué implica el cambio de gobierno emprendido por Pedro Sánchez, después de las horas iniciales dedicadas a indagar sobre los porqués de esos cambios y el papel jugado por los que se van y los que se quedan.
Sánchez ha diseñado un nuevo gobierno para ganar las próximas elecciones, y su primera decisión ha sido deshacerse de los ministros más problemáticos o que puedan ser problemáticos en el futuro como sucede por ejemplo con Ábalos, que se puede encontrar con causas judiciales abiertas. O Carmen Calvo, excesivamente enfrentada a algunos de sus compañeros, o incluso Iván Redondo, también enfrentado a algunos ministros pero sobre todo mal visto por la casi totalidad del Psoe, a los que indignaba que metiera mano en el partido.. Aunque no era Redondo el culpable, sino quien le impulsó a que tomara iniciativas que no le correspondían.
Con los cambios del 10-J, fecha que ya hará historia en la historia del Psoe, Sánchez también lanza un mensaje muy nítido a quienes no le son incondicionales: a Lambán y a Page les coloca en el gobierno a dos mujeres jóvenes para lanzar al estrellato, la delegada del gobierno en Aragón y la alcaldesa de Puertollano. ¿Quiénes serán los próximos candidatos al gobierno de Aragón y Castilla-La Mancha? Se admiten apuestas, pero de momento el presidente inyecta un chute de inquietud a dos barones que no le demuestran excesivo servilismo.
Más que los nombres, el dedo, interesa la luna, el futuro del proyecto. Por muy profunda que haya sido la restructuración, nadie va a creer que Pedro Sánchez va a tomar las decisiones que ansían infinidad de españoles; no mientras mantenga a cinco ministros de Podemos dispuestos a promover proyectos que en algunos casos son un insulto al sentido común y a la sensibilidad social. Por otra parte, por eficaz que sea el nuevo ministro de Exteriores, el empujón que han recibido los independentistas catalanes con los indultos ha echado por tierra la imagen internacional de España, porque han alentado la idea de que España peca de déficit democrático y manda a prisión a los que no son políticamente correctos. Por no hablar de la pandemia: hoy la marca España se encuentra muy dañada por la escasez de medidas drásticas con las que bloquear los avances de la variante delta.
Y luego está Calviño, promovida a vicepresidente primera. De cara a Bruselas, está bien esa promoción, pero si no va acompañada de medidas para garantizar que los fondos europeos irán destinados a donde tienen que ir destinados, nos arriesgamos a que las autoridades europeas impongan los controles que no pone el gobierno, con lo que eso supone.
Habrá que dar tiempo al tiempo a Pedro Sánchez. Ha hecho cambios para garantizarse el éxito en las próximas generales, pero la cosmética no hace milagros. Se necesitan decisiones contundentes.