Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


La estrella

31/12/2022

Uno echa en falta la liturgia -la liturgia, en su belleza, en su riqueza escondida. Tengo escrito aquí que fue Ratzinger un descubrimiento (tardío y en madurez) que me procuró serenidad y bálsamo durante muchas noches y como preludio al sueño. Me aficioné al teólogo  gracias a los libros de Peter Seewald (también por ir contracorriente, Ratzinger se mostraba antipático desde su torreón del Santo Oficio -antipatía para algunos intelectuales que arrostraban prejuicios sin más base que la beligerancia como un deber) que fue director del Der Spiegel, de formación marxista. Los libros de Seewald (en realidad conversaciones) eran una invitación formidable -irresistible- a la personalidad de Ratzinger, fundamentalmente y para mí, en su modo u oficio del vivir, donde el decir bello, el decir como arcano de riqueza escondida -pero dable- era una invitación a la liturgia. De los libros de Seewald -que no son menores; como no lo son las homilías reunidas del alemán- uno podía, con su rudeza, acercarse a San Agustín o a San Buenaventura tras la mano suave del teólogo, como el lego en música -no sabe leerla- que se emociona vivamente frente a la riqueza adivinable (ya ocultándose menos) y la belleza -«En el corazón de los mares están tus confines; los que te edificaron completaron tu belleza»-. Ratzinger, que me hizo mejor persona, aborda la estrella de Belén, de pasada, como un anecdotario débil en cuanto a los astrónomos del espacio babilonio-persa hacia el país de los judíos y resta importancia a la estrella como fruto de una conjunción planetaria. Cita a San Juan Crisóstomo, para quién la estrella que guió a los magos no fue una estrella ordinaria; «más aún: no fue una verdadera estrella, sino una fuerza invisible que tomó la apariencia de estrella. Lo que se prueba, ante todo, por la marcha que siguió». Efectivamente, no hay absolutamente una estrella que siga el camino que aquella siguió. Así que estos días, en el retiro del Papa alemán, ya ciego y apenas sin voz, releo sus palabras que nos hablan de los sabios de Oriente como comienzo. «Ellos representan la puesta en marcha de la humanidad hacia Cristo; inauguran una procesión que atraviesa la historia entera». Y me hace mucho bien -riqueza y belleza.