Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Diego Sanz

25/06/2022

Comida en Faeli con Diego Sanz al que presento su poemario Guía de Viaje. Los grandes novelistas rusos se abandonaron a la redención por el cristianismo -a la rusa-. Hablamos un rato de Ratzinger a propósito de la cita que hace en su libro del gran versículo (Apocalipsis 21,1): «Y vi un cielo nuevo, y una tierra nueva: porque el primer cielo y la primera tierra se fueron, y el mar ya no es». La versión no es la de la Biblia de Jerusalén -es la de Casiodoro de Reina-. Diego y yo nos vemos muy poco. Creí en la redención por la literatura -pero fue solo eso, una creencia, hoy marchita-. Más tarde creí en otra redención, la del lenguaje -y en realidad era todo engañoso y hasta cobarde-. Hablamos de Ratzinger. Y diferimos en cuestiones de detalle. Ratzinger asistió como perito conciliar y acompañante del cardenal Frigns en el Concilio -Diego tenía razón: el perito iba más allá de un mero asistente-. Hablamos de San Buenaventura y San Agustín -guardo un librito de las Confesiones que mi padre en 1951 leía en el servicio militar en Jaca y que he entregado a mi sobrino Ramón; ya será el último Ramón- y un poco, quizá de forma muy tácita, de San Cipriano de Cartago. La redención -pero algo me dice que estamos como orillados y agostado nuestro tiempo que malbaratamos- está en la Palabra, «que acampó entre nosotros» (otro detalle; sólo que los detalles son importantes). Fue una comida sobria -nos reímos poco-. En el poemario de Diego se adivina el trauma de la creación -esa sacudida que nos provoca, de modo inesperado, la revelación del creador; eso pasa al leer a Dostoyevski; pero no al leer a Tolstoi-. Fuera de Occidente -de nuestra tradición judeocristiana- no hay salvación para el hombre europeo -el hombre gótico del que habló Ortega- y yo soy optimista, una cosa es la decadencia y otra muy distinta que la verdad decaiga. Descreídos de la literatura y del lenguaje restaba la liturgia -era un pequeño paso; pero lo era firme- como Guía de Viaje. Pasamos un buen rato en la Popular y retomamos autores y metáforas -pero fue sólo eso, un buen rato-. Seguimos llevando las barbillas afiladas del hombre ya acabándose y que se agarra al «mar [que] ya no es».