Rubén Pinar es ovacionado en Pamplona

Redacción
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El diestro albacetense tiró de oficio en una tarde de complicados toros de Escolar, en la que compartió cartel con Joselito Adame y Javier Cortés

Un pasaje de la faena de Rubén Pinar al primero de su lote. - Foto: Juan Medina

Se lidiaron seis toros de José Escolar, en el quinto festejo de abono de la Feria de San Fermín. Salvo el muy cuajado primero, corrida muy suelta de carnes, agalgada y con mucho aparato en las cabezas, de juego en general muy desrazado, con cortas y defensivas embestidas, cuando no mermadas también por la escasez de fuerzas.

Adame, silencio y silencio.

Rubén Pinar, ovación y silencio.

Javier Cortés, silencio y silencio tras aviso.

El diestro albacetense Rubén Pinar logró la única ovación de la tarde en el festejo celebrado ayer en Pamplona, donde un duro y complicado encierro de José Escolar condicionó el festejo.

Tras el juego que ofreció la de San Isidro, la corrida de los «victorinos» del valle del Tiétar se presagiaba emocionante, al menos, por lo que podía proponer su dificultosa casta, pero, según iban saliendo al ruedo pamplonés, la impresión iba exactamente contra las expectativas.

Sus aparatosas cornamentas les ayudaron a aparentar un trapío que realmente no tenían, pues a la mayoría les faltó remate y cuajo; lucieron muy sueltos de carnes y con hechuras zancudas y agalgadas, hasta el punto que los hubo con perfiles más propios de la ganadería de Miura que de su orígen Albaserrada.

Lo peor del caso es que, a pesar de que no tuvieron el lastre de los kilos de más, la corrida ni se movió ni se entregó tras los engaños, sino que apenas hubo medias arrancadas desrazadas, sin celo, sin humillación y ni siquiera fondo ni fuerzas para dar sensación de peligro.

Sólo dos de los seis cárdenos permitieron esbozar trasteos medianamente lucidos, como el que Joselito Adame hizo con el primero, este sí, un toro de sobrado trapío, musculado y enmorrillado, que aunque sin emplearse un mínimo, pasó algo más allá de la figura del torero en los embroques.

Claro que para eso el mexicano tuvo que afianzarse en la arena, poner la muleta a la altura de los ojos del animal y esperar a que decidiera a arrancarse, logrando solo así ligarle alguna serie más que estimable hasta que el de Escolar acabó por aburrirse.

Hubiera cortado una oreja Adame de conseguir una estocada más contundente en la que fue su única opción de triunfo, ya que el cuarto ni siquiera tuvo fuerzas para caminar tras las telas.

Tampoco humilló el sexto, otro aparatoso cornipaso que si sacó peligro por el lado derecho, al menos se dejó hacer por el izquierdo, aunque no hiciera ni un amago de descolgar su cuello. Javier Cortés, que no acababa de verlo claro en su empeño con el desfondado segundo, en este se puso decidido desde el primer momento por el pitón menos malo para sacar tres tandas de naturales muy fajadas y de trazo más que estimable, aunque lo perdió todo con unos cuantos golpes de descabello, que en esta plaza se pitan como una afrenta.

El albacetense Rubén Pinar no pudo más que matar pronto, afortunadamente, a los dos de su lote, con los que se manejó con un prudente oficio en una tarde plana en la que sólo se divirtieron las peñas que estaban en los tendidos y dejó un pobre resultado artístico, porque sólo se escuchó la ovación al tobarreño.