Enrique Belda

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Enrique Belda


La reforma laboral y las mujeres trabajadoras o paradas

08/03/2022

Rendimos esta semana por mandato de la ONU, homenaje a la mujer trabajadora. Hoy en día en España, con los porcentajes de empleo, es tanto como decir a la que trabaja como a la que quiere trabajar y no puede. El primer pensamiento ha de ser para ellas. Hace décadas las mujeres, especialmente muchas casadas, no trabajaban (fuera de casa) porque la sociedad de los prejuicios no las dejaba. En 2022, muchas paradas se eternizan, porque el sistema de organización del trabajo en España es uno de los más lamentables y encorsetados del mundo, y las condena al olvido.
Que un altísimo porcentaje de mujeres jóvenes no pueda tener un salario, o que su salario sea de subsistencia, solo tiene su explicación en nuestras estructuras de trabajo reglado e infame (y no tanto en los pérfidos capitalistas), y es problema que no se resuelve con más regulación, sino con más libertad. La garantía de los derechos de los miles de chicas que reciben un salario justito de las grandes franquicias o de un pequeño empresario, solo puede derivar en la capacidad de despedirse ellas de su empleador. Nunca vendrá de la visita de inspectores de trabajo o de la subida de salarios mínimos, porque la realidad demuestra que, ante eso, el explotador se retrae de contratar.
La mejora de salarios y condiciones solo llega de la posibilidad de cambiar a un mal empresario o mal pagador, por otro que no lo sea. Saber que me puedo marchar porque enfrente hay otro trabajo. Y cambiar hasta mejorar. Pero al ser un artículo de lujo cada puesto de trabajo, cada empleada aguanta carros y carretas antes de soltar ese contrato. Nuestro país está enfermo porque cada puesto de trabajo es insostenible a la luz de las cargas sociales, fiscales y administrativas, y generamos miles de paradas y miles de presas en trabajos precarios.
El segundo pensamiento de la celebración de este día es para todas aquellas trabajadoras que pueden haber obtenido ya la satisfacción de un buen empleo, incluso de un buen salario, pero que al llegar a casa encuentran a su pareja o al resto de la familia esperando de ella los servicios de camarera, limpiadora y psicóloga, mientras su marido se conecta a internet y los niños/as fantasean con un futuro donde les seguirán regalando todo. Todavía quedan muchas así, en especial en la España despoblada.