La noche del 28 de octubre de 1982, Alfonso Guerra se asomó al balcón del Hotel Palace junto a Felipe González con la clara conciencia de haber hecho historia. Nada menos que 202 diputados y el regreso de la izquierda al poder en España tras más de 40 años. «Me di una ducha y me fui al Museo del Prado. Había una exposición sobre Murillo, pero yo solo quería ver los cuadros de Brueghel y el Bosco, El triunfo de la muerte y El carro de heno, las grandes dramatizaciones de la existencia. Lo hice para distanciarme, para no creerme que habíamos hecho lo mejor del mundo, un gran triunfo, para recordar que el mundo es más sencillo. Estuve cerca de una hora».
Así lo relata el exvicepresidente en el documental Guerra, Alfonso. El hombre detrás del político, una pieza testimonial dirigida por el cordobés Manuel Lamarca y elaborada a partir de una larga entrevista realizada durante cuatro días en una suite del Hotel Lebreros de Sevilla.
En la obra, el político evoca sus vivencias como uno de los actores protagonistas de la Transición, desde su cargo de número dos de los primeros Gobiernos de González y como miembro de la cúpula del PSOE. Un resumen de casi 10 horas de conversaciones en las que no hubo «ningún veto, Alfonso Guerra se ha prestado con total solvencia», afirma Lamarca.
En el trabajo, premiado en el Pacífic International Film Festival de Canadá, el socialista se exhibe durante 155 minutos «con absoluta amabilidad, sin rehuir ninguna pregunta, en una obra artística realizada en plena libertad», añade.
Lamarca, profesor de Medios Audiovisuales de la Escuela de Artes y Oficios Mateo Inurria de Córdoba, se muestra contento por ello pues cree «sinceramente que el político se ha entregado en cuerpo y alma y, en ese aspecto he tenido muchísima suerte, es un testimonio en primera persona».
A su juicio, «el documental será mucho más importante, si cabe, dentro de 50 años como testimonio, no solo de Alfonso Guerra hombre, sino de la historia democrática de nuestro país».
Guerra hace una reflexión sobre el título del trabajo en su comienzo, al calificarlo de «polisémico», ya que «se puede interpretar de diversas maneras: vamos a ver lo que no se ha visto porque la política lo dominaba y que el hombre estaba detrás del político, una interpretación que no aceptaría. El hombre no ha estado detrás del político, el hombre ha estado delante», precisa.
En la parte editada, todo el material bruto se ha depositado por deseo de su director y del protagonista en la Filmoteca Española y está en proceso de hacer lo propio en la Fundación Pablo Iglesias a disposición de los investigadores, el político aborda temas controvertidos de la Transición.
Reconoce que al principio se temía que Juan Carlos I «iba a ser la continuidad de Franco y nos equivocamos, como toda la oposición democrática», y que el 23-F él «apoyó la democracia», hasta el punto de ser «garantía de continuidad de la democracia».
Además, acusa de mentir a quien implicó al Gobierno en los GAL, por el que varios miembros del Ejecutivo y su entorno fueron condenados por ejercer la violencia de Estado contra ETA, un asunto en el que asegura ver cosas «muy oscuras» en la sentencia del Tribunal Supremo.
En el caso de su hermano Juan, cuyo papel fue cuestionado por ejercer influencias desde un despacho en la Delegación del Gobierno de Andalucía sin tener ningún cargo institucional, dice que le abrieron 18 procedimientos por parte de un juez que «estuvo dispuesto a hacer cosas fuera de la ley» y que todos fueron o archivados o acabaron en absolución.
El único momento en el que el gesto relajado del político aparenta cambiar es cuando se le pregunta por su dimisión como vicepresidente, que justifica al ver perdida la confianza por parte de Felipe González a raíz de una carta que le envió, pese a lo cual afirma que «no fue un día duro para mí, fue un día feliz, tenía ganas» de marcharse.
La admiración y el reto
A Lamarca, doctor en Comunicación Audiovisual y Publicidad por la Universidad Complutense de Madrid, le surgió la inquietud de acometer esta iniciativa porque creció en los 80 y 90 con los Gabinetes socialistas. Como reconoce, «tenía casi una vinculación sentimental» con Guerra, al que admira y tardó tres años en exponerle la idea; «menos de lo que pensaba», añade. En 2014 publicó un libro de poemas y tuvo «la osadía de mandárselo (dedicado) con una carta personal a la Fundación Pablo Iglesias», y él le respondió de puño y letra dándole las gracias. Ese contacto le sirvió para plantearle años después el documental, con mejor acogida que en las productoras, donde destaca que tuvo «escasa respuesta», por lo que tomó la decisión de autofinanciarlo y producirlo por mí mismo».
Fruto de ese empeño surgió una obra donde Guerra habla de su fuerte vinculación con sus padres, porque «los dos eran personas auténticas», y del duro golpe que recibió con la muerte de su hermana de 29 años, cuando él tenía 10, que era muy aficionada al cine, la única excepción a una infancia feliz, en la que fue muy responsable.
«No jugaba hasta que no estudiaba exactamente lo que tenía que estudiar», llega a decir el socialista, que admite que le pesaba que dijesen de él que «este niño nos va a sacar de la pobreza».
También narra cómo conoció a Felipe González, organizando un acto de rechazo a una conferencia de Fraga en la Facultad de Derecho de Sevilla, de la dualidad que jugó con él, con «aspectos muy complementarios, que no sinónimos», y de la manera en la que leyendo a Antonio Machado con 16 años éste le llevó a descubrir a Pablo Iglesias. «Machado orientó la senda de mi vida», confiesa.