Motilleja: Un polo de atracción

Ana Martínez
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La reactivación de la vivienda unifamiliar a precios asequibles y su pequeña distancia con la capital hacen de Motilleja un lugar adecuado para residir

Parque en el que se acaba de instalar una zona de juegos infantiles. - Foto: Rubén Serrallé

Aunque parezca increíble, el boom del ladrillo acabó por beneficiar su padrón. Motilleja es de los pocos pueblos de la provincia de Albacete que puede presumir de haber aumentado el número de residentes, cuando media España se lamenta por la despoblación de las zonas rurales.  

Numerosas construcciones de viviendas unifamiliares que quedaron abandonadas o paralizadas con la crisis de la construcción, fueron retomadas, abaratadas y vendidas, lo que permitió no solo afianzar población, sino animar a muchas familias y a jóvenes a residir de forma permanente en un municipio que se encuentra a tan solo 20 minutos de la capital. Para muestra, un botón: si en el año 1995, el colegio de Infantil y Primaria de Motilleja contaba con 28 alumnos y en los años siguientes el número iba imparablemente hacia abajo, en el actual curso 2020-2021 tiene más de medio centenar de escolares matriculados, lo que ha obligado al Ayuntamiento a reorganizar los espacios municipales, de tal modo que el actual consultorio médico que se encuentra junto al centro educativo, será trasladado a un edificio público que se encuentra en desuso junto a la pista de baile, para de este modo poder ampliar el colegio. 

Catalina Rubio Sáez es una gran conocedora de la vida, tradiciones y costumbres de Motilleja, localidad en la que nació aunque residió durante tres décadas en Albacete por cuestiones laborales. Vanesa Milla y Toni Ramírez son un ejemplo de las familias jóvenes que han decidido no emigrar y desarrollar su proyecto de vida en el municipio.

Ella nació en Manises (Valencia), donde su padre, motillejano de nacimiento, emigró hasta que hace 26 años montó un negocio de hostelería para regresar a su pueblo. «Nos vinimos y aquí me he quedado», cuenta Vanesa, casada hoy con otro motillejano y madre de tres hijos, los mayores de 17 y 14 años que acuden al instituto de Madrigueras, y otro pequeño de ocho que, por las tardes, se encarga junto a su pandilla de crear y cuidar un pequeño huerto sembrado en el parque del pueblo.

Él, Toni, acumula en su haber varias localidades habitadas. Hoy, a sus 31 años, casado y con tres hijas, ha establecido su residencia familiar en Motilleja, aunque trabaja como militar en Madrid. «Vengo todos los fines de semana y siempre que puedo; este pueblo me ofrece la mejor calidad de vida que puedo darle a mis hijas», asegura.

Toni, que puede comparar la vida en una gran urbe como Madrid y en un pequeño pueblo como Motilleja, asegura que las ventajas de vivir en el medio rural son «innumerables» y cita, a modo de ejemplo, que en el caso de Motilleja tarda menos en ir a una gran superficie comercial de Albacete capital que un vecino de esta que tenga que atravesar su casco urbano.

Aunque si uno vive en Motilleja no es necesario viajar a la capital. El municipio cuenta con todos los servicios necesarios para cubrir necesidades básicas: un supermercado, una tienda de ultramarinos, un estanco, una farmacia, un centro de salud que atiende durante toda la mañana de lunes a viernes, dos restaurantes, una Casa Consistorial con los servicios municipales básicos, salón cultural, biblioteca y Club de Jubilados. 

Lugares de interés. La Plaza Mayor es el punto de encuentro del vecindario y lugar en el que se conserva un antiguo reloj de sol. Restaurada hace apenas dos años, cuenta en su espacio principal con una fuente que se centró y se construyó más pequeña. Desde allí se accede por los pretiles a la calle de Santa Ana, donde se encuentra la iglesia del mismo nombre, un templo de estilo barroco que se terminó de construir en 1787. En su interior, tal y como relatan los vecinos, se venera una astilla de la cruz de Cristo, una reliquia llamada Lignus Crucis que guarda una entrañable historia que se remonta a la Guerra Civil, cuando María Catalina Martínez Cuesta, la abuela Catalina, matrona de Motilleja, la salvó de las llamas escondiéndola en un trapo. Años después, la reliquia fue también conservada por un vecino del pueblo llamado Tesifonte. Además de las imágenes de la Abuela Santa Ana y San Isidro, la parroquia de Motilleja, cuyo retablo también ardió durante la contienda española, cuenta en la actualidad con un altar con pinturas que fueron restauradas por Momo Makino en los años 90.

Entre sus largas y rectas calles se encuentran dos restaurantes de los cuatro que han funcionado durante muchos años en la localidad, gracias a los obreros que durante la semana consumen el típico almuerzo y comida y porque muchos vecinos de Madrigueras «vienen a estos bares los fines de semana», dicen Catalina, Vanesa y Toni, que afirman que los dos establecimientos hosteleros que se alquilan pueden ser una buena opción de empleo, dado que, insisten, «aquí somos mucho de bares y, además de los residentes, los fines de semana vienen muchos ciclistas y gente de fuera a practicar la pesca o la caza», visitantes que tienen la posibilidad de alquilar las cuatro o cinco casas rurales que se ofertan en la localidad.

La arteria principal de Motilleja se conoce como calle de los Pozos. Desde ahí se accede a su parque que, en estos momentos, cuenta con una zona de juegos infantiles completamente nueva, junto a la cual se instalará otra zona de elementos biosaludables para personas mayores. En este mismo entorno se localiza una de las promociones de viviendas unifamiliares que consiguió atraer la atención de nuevas familias y de jóvenes, así como la piscina municipal.

Motilleja es tierra del bailarín internacional Esteban Berlanga y de la Ronda, una cuadrilla que lo dio todo por La Chicharra, un encuentro anual que se celebraba en julio y que puso a la localidad en el mapa nacional de la música tradicional. Sin embargo, la falta de apoyo público acabó con esta seña de identidad motillejana, que atraía a cientos de visitantes y reunía a más de 200 músicos de diversas provincias.

Lo que no se ha perdido en el pueblo son los carnavales, una fiesta que se recuperó en la década de los 70 y que hoy en día cuenta con la participación de prácticamente toda su población. La romería de San Isidro a la ermita sita en una pinada cercana, Jueves Lardero, el canto de Los Mayos y las fiestas mayores, en honor de la Abuela Santa Ana, el 26 de julio, en las que se incluye también la festividad de Santiago Apóstol, conforman el calendario festivo de una localidad que se resiste a perder las fiestas del Cristo, una procesión ahora residual que antiguamente se celebraba cada 14 de septiembre al término de la siega, pero que apenas cuenta con participación vecinal al celebrarse al mismo tiempo la Feria de Albacete.

De su vida diaria destaca la gran cantidad de asociaciones asentadas en el municipio: desde la Asociación Taurina Cultural Villa de Motilleja con 75 socios hasta la Asociación de Cazadores, con casi 200, pasando por la Asociación de Amas de Casa, la Asociación de Bolilleras y la Asociación de BTT.

Otra de las características de Motilleja, además de su excelente ubicación, es su conectividad. Aunque Catalina, Vanesa y Toni reconocen que les costó mucho conseguirla y empezaron dependiendo de Madrigueras, finalmente el municipio cuenta con fibra óptica, la oferta de tres empresas de telecomunicaciones y una conexión «ideal» para el teletrabajo.