Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


TERMINATOR II: El juicio final

28/10/2022

Con todo lo que se ha escrito en la última década, el coche autónomo ya debería estar en la carretera y según la cotización bursátil del año pasado, las empresas de streaming destrozarían el mercado audiovisual. Estos dos ejemplos nos deberían animar a desarrollar una humildad intelectual que últimamente escasea. El motivo de esta hiperinflación de análisis es que demasiados medios de comunicación priman el relato a la solidez intelectual del experto e ignoran el paso del tiempo como juez.

Hasta hace muy poco, los alemanes pensaban que comprar masivamente energía a Rusia frenaría cualquier impulso militar, ya que no sería lógico. Los británicos creían que el futuro de Hong Kong estaba garantizado, porque nunca China incumpliría sus compromisos, pues alejaría sus posibilidades de una reunificación pacífica con Taiwán. En este aspecto, hay que reconocer que incluso Estados Unidos soñó que, integrando económicamente en el tejido productivo mundial a China, el país se democratizaría.

El terremoto de Fukushima y la consiguiente tragedia nuclear animó a Angela Merkel a despreciar la energía nuclear y el carbón del mix energético, asumiendo que su impacto en precios y en el frágil equilibrio eléctrico sería nimio al tener el gas ruso. La chapuza del Dieselgate estigmatizó a una tecnología sólida, robusta y menos contaminante, forzando un acelerón en el coche eléctrico, sin tener del todo resuelto el asunto de las baterías, el coste del vehículo y la infraestructura para cargarlos.

Salvo algún pirado aburrido, existe un silencio intelectual sobre el impacto fiscal que cualquier pirámide poblacional invertida vaya a tener. Vista la edad de Biden o Pelosi se entiende que no sea un asunto que esté entre sus prioridades, pero Occidente debería meditar un poco en este asunto. Tras los ejemplos citados es obvio que no espero una solución política inteligente, sino que el ciudadano medio se pregunte qué puede salir mal.

La globalización, el animalismo, el pacifismo cuáquero, la emergencia climática y la identidad de género son temas intelectualmente fascinantes, pero requieren sosiego y replantear nuestro orden de prioridades. Cuando un país vecino ha sido invadido y los muertos se acumulan, no deja de ser frívolo pensar en un futuro abstracto. Necesitamos soluciones concretas para los problemas actuales y las medidas no serán fáciles. Al dispersar el debate sobre cuestiones atemporales impedimos dar respuesta a los dramas del presente. El ciudadano deposita unas expectativas en la clase política injustificadas y después le insulta por incapaz. ¿Quién es el tonto?