Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Ocho palas

20/01/2023

A más de uno, Filomena nos enseñó que bellota no es solo el apellido del jamón más exquisito del mundo. De aquello hace ya justo dos años y no fue porque descubrimos en ese momento uno de los manjares preferidos de los cochinos. Nada de eso. La feliz revelación nos la proporcionó un artilugio sin manual de instrucciones; un utensilio que no tiene un uso doméstico, salvo que disfrutes de un casoplón con parcela suficiente para ejercitarte en tus ratos libres; un elemento sin adornos que espanta a los que son más de sestear que de trabajar.
Bellota es también el nombre de una multinacional que fabrica soluciones -término moderno de herramienta- para la agricultura, la construcción y la industria. Labradores, ganaderos y albañiles las trabajan habitualmente. El resto, en contadas excepciones. Por aquella Filomena, mi vecino del primero me presentó a una de estas Bellota. La miré y no fue un amor a primera vista. Todo lo contrario. Guardé la distancia conveniente, mientras ella se me acercaba más y más. Bajé al garaje y había otros dos vecinos quitando nieve de la rampa de entrada. Yo no tenía pala para ayudar. «A Javi Asenjo, el del primero, le sobra una. Pídesela». Ya no tenía excusa. No podía flaquear. Había que mostrarse como un auténtico hombre de campo, aun a riesgo de acabar como Hulk, no con el grosor de sus brazos, sino por ese color verdoso que anticipa lo peor.   
Echaríamos hora y media larga. Dos años después, miro mis manos de violinista frustrado y todavía recuerdo los restos de la hazaña. A la mañana siguiente me dolía el cuerpo como si hubiera pasado por encima la manada de los Miura en plena calle Estafeta de Pamplona. Pero no había sido suficiente. En esos días, nos convocó el director del colegio de las niñas. Si los padres queríamos que nuestros hijos jugaran en los patios, había que retirar el medio metro de nieve que aún permanecía días después del temporal. «Don Ramón: tengo experiencia. Sé manejar cualquier tipo de herramienta para retirar la nieve. Cuenta conmigo». Y allí que me fui. Estaba en forma. Por encima de la media, me decía para desentumecer el bloqueo de los huesos que me había dejado el momento garaje. Primero, el patio de Infantil, luego, el de Primaria… La gesta, no apta para urbanitas, dejó más de un tullido, entre los que me incluyo. Puestos a confesar, no he vuelto a coger una pala previendo las consecuencias.
Hay hombres y mujeres de otra pasta. Que están hechos para soportar duras jornadas de trabajo. Hombres y mujeres a los que no se les pone nada por delante. Que no temen la adversidad ni tampoco sus efectos colaterales. Y entre esos seres humanos, con cualidades sobrenaturales, destacan los que nos gobiernan. Esta semana lo hemos podido comprobar durante la colocación de la primera piedra de la ampliación del Instituto Ana María Matute, de Cabanillas del Campo, en Guadalajara. En cualquier tajo, siempre sobran palas. Aquí, sobraban manos. Prepararon siete Bellotas y, como los pistoleros en el oeste, sin que nadie se diera cuenta, ya tenían dueño. Una para Emiliano, otra para la consejera de Educación, digo yo que a la directora del centro -como anfitriona- le dejarían la tercera, otra para el alcalde del pueblo, la quinta para el delegado de la Junta en la provincia, también una para el diputado -carambola- del partido en el Congreso, una séptima para el presidente de la Diputación Provincial… ¿Y la octava? Ahí estaba el presidente de las Cortes de Castilla-La Mancha, hombre dispuesto como nadie. Le da igual una inauguración que el arranque de una obra; es habitual en las ferias, pero también cuando hay que doblar el lomo como en Cabanillas, aunque solo sea una vez y para la foto. Es un hombre de pico y pala, que no tiene miedo a ampollas ni a callos inesperados. A ver si Batet y cualquiera que les suceda al frente del Legislativo de cualquier Parlamento toman nota. La nueva política es esto, idiota.