Paco Mora

Paco Mora


Qué pena

05/12/2020

Quieren prohibir los toros porque no los entienden y por tanto no les gustan. Si este revoltijo político que nos manda -gobernar es otra cosa- tuviera que eliminar todo lo que no entiende, no dejaría títere con cabeza. La democracia significa el gobierno de las mayorías, pero con un enorme respeto a las minorías. Y las urnas no son una criba para eliminar a quienes no piensan como los más votados, o como el Gobierno formado por minorías que sumadas hacen mayoría. Esto lo entienden hasta los niños de pecho, y sólo no entra en las cabezas de los que pretenden instaurar el sistema de «el que manda, manda y cartuchera al cañón». 
Claro que hay personas a las que no les gusta el espectáculo taurino, pero eso no les da derecho a prohibirlo. La democracia es un sistema de libertades, en el que cada cual puede hacer de su capa un sayo siempre que respete los derechos de los demás. A mí no me gusta que dos hombres se rompan la crisma a guantazos sobre un ring y por eso no he presenciado nunca un combate de boxeo. Sin embargo, jamás he escrito ni una línea en contra. Tampoco me seducen las peleas de gallos, ni por supuesto las de perros, y ni he clamado ni clamaré por la prohibición de tales espectáculos. Ello salvando las distancias siderales entre el toreo que es arte y cultura y ese tipo de eventos que tienen como protagonistas a seres humanos o a animales de la misma especie que se enfrentan con una crueldad innegable.
Uno está convencido de que los enemigos de la tauromaquia andan errados -sin hache por favor-, pensando que la prohibición significaría para ellos un éxito electoral. Y descuidan y hasta abandonan los problemas reales del país, mientras dan palos de ciego al toreo hasta que hable inglés. Qué pena...